Aunque asegura que ser chofer es una labor cansada porque diariamente trabaja más de doce horas, Daniel Rosales dice que está a gusto en este oficio, porque con él ha logrado mantener a su familia.
Con sus ingresos como operador del transporte público -dijo- sus hijos tuvieron la oportunidad de estudiar una carrera universitaria. Su hijo se graduó de ingeniero civil y su hija está por concluir la ingeniería en gestión empresarial. Además, tiene otra hija que actualmente cursa la preparatoria.
“Estoy muy orgulloso de mis hijos porque ya son profesionistas. Cuando eran niños, los fines de semana venían a trabajar conmigo para que vieran que este trabajo es cansado y a veces no hay tiempo ni para comer o para ir al baño. Así como llegas tienes que salir rápido, y creo que entendieron y mejor siguieron sus estudios”.
Daniel estudió hasta el bachillerato, pero desde niño el volante llamó su atención.
“Cuando era pequeño veía los camiones, cómo pasaban llenos de gente y siempre decía ‘algún día quiero tener un carro o manejar uno de esos y transportar a la gente’; es algo muy padre, algo que siempre me gustó y aunque terminé la preparatoria, lo mío siempre fue el volante”.
Aunque Daniel ha recibido capacitación de manera constante para mejorar en su actividad, aseguró que a la fecha no ha recibido quejas de los pasajeros, sino que, al contrario, la mayoría le han agradecido por el servicio.
Reconoce que por estar en la economía informal no cuenta con prestaciones de ley ni seguro social y tampoco tendrá derecho a una jubilación, por lo que afirmó que dejará el volante hasta que Dios le preste vida.
Comentó que sus primeros días como chofer fueron de nervios y era tanta la emoción que tenía problemas para conciliar el sueño.