“Me decían ‘estudia porque pesa menos un lápiz que una pala’ y ahora que lo comprobé digo ‘mejor le hubiera echado ganas a la escuela’, pero el hubiera no existe y aquí estamos”, dijo Vicente Antúnez, quien trabaja como operador del transporte público desde hace 24 años.
Comentó que tuvo la oportunidad de continuar con sus estudios, pero desde niño le gustó el trabajo y a los doce años de edad empezó como limpiaparabrisas en los cruceros.
Más tarde ingresó a una fábrica de hielo, en Cuernavaca, donde aprendió a manejar camiones y años después buscó trabajo como chofer en una organización del transporte público.
Actualmente conduce una unidad de la Ruta 2 y, aunque está a gusto en este oficio, admite que cuando tenga que dejar el volante se irá sin un solo peso, porque no tiene derecho a una jubilación.
“Aquí te enfrentas a los riesgos del trabajo. A veces hay problemas con los operadores de otras organizaciones y muchas veces el tema de la pelea es el pasaje, porque hay que llevar el dinero para la familia y para la cuenta del patrón”.
Aunque la persona que le enseñó a manejar falleció hace unos años, dijo que fue un buen maestro y siempre le aconsejaba ser amable con los pasajeros, además de conducir con precaución y capacitarse de manera constante para evitar sufrir algún accidente.
El trabajador del volante afirmó que ha recibido al menos cinco cursos de capacitación que ofreció la Secretaría de Movilidad y Transportes (SMyT), los cuales le han ayudado para desempeñar bien su labor.
“Creo que hacen falta estos cursos porque hay muchos choferes nuevos, que no toman en cuenta temas de vialidad, pero aquí andan en la ‘ruta’ y hacen falta, porque enseñan diferentes temas relacionados al transporte”.