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Existen diferentes posturas o enfoques frente en la edición mexicana. Puedes verse en los modos de gestionar o contratar contenidos; en la forma de los libros (el producto terminado); y en cómo promueven y venden. Son decisiones que se toman, perspectivas. El cómo hacer libros tiene que ver con una postura política, estética, económica, cultural y social.
La gente escribe porque tiene algo que decirle al mundo. La gente edita porque quiere dar voz a lo que se dice (anhelo), ofrecer un medio para que ocurra el enlace entre autores y escritores; también para ganar fama y fortuna, aunque no siempre se logre en la medida de los sueños de quien los hace. Me enfocaré en los tipos de editores y algunas de sus particularidades; de lo micro a lo macro, obviando algunos aspectos.
Comencemos con los cartoneros, que imprimen a bajo costo y producen a mano libros quizás marginales, con portadas únicas, de autores nuevos, antologías creativas, crítica social, anarquía, poesía, compilaciones. Venden a bajo precio, en persona, buscan nuevos públicos, hacen talleres, enseñan el oficio.
Siguen los artesanales, desde los fallidos hasta los perfeccionistas. Incluye un taller para producir, casi siempre un equipo, una línea editorial abierta. Dominan la imprenta y sus vicisitudes. Alguno de sus libros alcanza éxito, a pesar de sus bajos tirajes. Generan poca ganancia, pero buena fama local.
Editores libres son (para mí) aquellos apuestan por un emprendimiento personal, desarrollan edición mixta, inventan colecciones, hacen acuerdos, venden en físico y on line, buscan autores nuevos que llegan a trascender, llevan mejor sus cuentas y obtienen ganancias dignas.
Los gestores editoriales no conocen a fondo los procesos ni eligen los libros; enlazan a los diferentes actores, por ejemplo, a un grupo de autores que buscan publicar una antología pero que no saben cómo, el gestor les consigue corrector, diseñador e impresor. Son eficientes, poco presumidos.
Los editores técnicos ofrecen servicios —freelance o presenciales—, para obras que no eligen, en sellos o colecciones que no son suyas. Son multifacéticos, especialistas en resolver. Alcanzan gran bagaje y experiencia, pero sus miradas son limitadas, por el enfoque de otros, el presupuesto o su contrato.
Los editores institucionales o gubernamentales son ambiguos: algo saben, poco crean, obedecen criterios, son cumplidos y metódicos. A veces desarrollan libros impecables. En cuanto a los jefes, los hay buenos o pésimos funcionarios. Destaca que, desafortunadamente, suelen perder el piso y se creen grandes editores, cuando trabajan con fondos públicos. Hay excepciones, pero es difícil quitarles el estigma de burocracia. Tema polémico.
Por ahí van los editores universitarios, que deberían enfocarse en temas endógenos, pero que por alguna razón suelen diversificarse. Hay cada vez menos. Algunos —con la camisa bien puesta—, se centran atinadamente en libros técnicos, en clásicos, en el rescate de ediciones, en organizar capacitaciones y foros; otros se pierden en sus deseos de ser algo que no son.
Los herederos de sellos suelen verse como afortunados, pero he visto que, con mucha frecuencia, si la empresa sobrevivió para heredarse es mediante disciplina y empeño, actitudes que también se heredan y que dan como resultado una nueva época, con sus virtudes y defectos. Dicho de otra forma, no les regalan nada, les entregan una responsabilidad.
Los editores empresarios tienen a las finanzas como su principal ocupación. Logran tirajes altos de libros de interés general (desarrollo, hágalo usted mismo, novelas…), con buenas ganancias. Contratan técnicos eficientes y tienen clara la línea editorial comercial. Aquí están los grupos transnacionales.
Los editores académicos son rara avis; entre las ciencias, la investigación y los cuerpos académicos, dando luz desde la sombra; editores de fondo, más bien serios y discretos.
También hay llaneros solitarios, aquellos que, entre el nihilismo y las ganas de hacerlo solo a su propio modo, trabajan aislados, venden algo, con calidad media, pocos vínculos y catálogo breve.
Los editores maestros firman sus sellos, escriben sobre el arte y oficio de hacer libros, hacen alguna escuela, forman profesionistas, son generosos e incansables, aunque algo petulantes.
Otras clasificaciones pueden ser: editores emergentes (recientes), tradicionales (en declive), colectivos (de apoyo), nostálgicos (todo tiempo pasado fue mejor), libreros (híbridos), impresores (limitados), preciosistas (vacuos), conflictivos, de fanzines. Lo mismo que para editores, estas categorías pueden aplicarse a editoriales y a sellos.
¿Tú qué tipos de editores conoces?
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