Sociedad

Los abarrotes de Juana


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Los abarrotes de Juana


Los abarrotes de Juana
Fotógraf@/ MÁXIMO CERDIO
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La única diversión que tiene es una televisión y el periódico que lee a veces, pero le gusta más el contacto con las personas, platicar, atenderlas.

Jojutla. Juana de la Cruz Sánchez Rivera tiene una tienda de abarrotes en los locales 21 y 22 dentro del mercado municipal Benito Juárez.

Tiene muchos clientes y se distingue por ser una mujer muy amable con las personas. Siempre está atendiendo, sean clientes que la buscan porque la conocen desde hace muchos años o nuevos.

Según ella, a los clientes se les debe dar un buen servicio, hay que ser atenta con ellos, hablarles bonito, porque ellos son los que le dan de comer.

Para ser un buen comerciante uno no debe tener un carácter feo, de lo contrario no regresan. En cambio, si los atiende uno bien, no sólo regresan sino que te recomiendan, les dicen a sus conocidos o a su familia, mira, ve a tal local, con tal persona, ella despacha muy bien, y además te trata muy bien, sus productos son de buena calidad y están a precio.

Uno no debe venir a trabajar con su cara larga, porque los clientes no tienen la culpa de los problemas que uno tenga, los problemas se resuelven y se dejan afuera, los clientes vienen a comprar y merecen una buena atención.

Algunas personas de confianza de muchos años de cliente le han dicho a Juana que a veces no anda de buen humor, entonces ella pide disculpas y se pone en disposición para atender a sus clientes como siempre, con mucha amabilidad.

Juana bendice a sus clientes, y se los hace saber. Dice que una maldición pesa y una bendición ayuda, lo dice de corazón, para que le vaya bien al cliente en su día, en su trabajo, con su familia, eso es lo que desea para esas personas que permiten que ella siga trabajando, vendiendo.

Tiene bien surtida la tienda, de todo un poco; granos, abarrotes, piñón, mosquitos para pájaros, moles, parte de los productos que la gente busca y ella va a comprar directamente a la Ciudad de México.

Juana, que tiene 54 años de edad, aprendió eso de su mamá, que fue la dueña de varios locales en el mercado, entre ellos los dos espacios que en la actualidad ella ocupa.

Su mamá no le dijo cómo vender o atender, pero ella vio cómo lo hacía su mamá, y le fue aprendiendo.

Con los años, ella se fue haciendo cargo de los abarrotes; heredó a los clientes de su mamá y fue haciendo los suyos.

Hay mucha gente ya grande que sigue yendo a comprar a su negocio y personas que ella conoció cuando eran niños, y ahora ya llegan sus hijos, y eso es muy bonito para Juana.

Tiene clientes de todo el estado de Morelos, y algunos que vienen de otros lados de la República y hasta de Estados Unidos.

El mercado es como una segunda familia, que tiene sus propias necesidades y sus propios problemas, y los propios comerciantes lo van solucionando. En la mayoría de las veces hay cordialidad con todos, y se ayudan por ejemplo cuando fallece algún comerciante o familiar. Aunque a veces, como en toda familia grande, hay dificultades entre los propios comerciantes y ha habido hasta golpes, pero son pocas las desavenencias.

Esta familia se conoce desde hace más de 50 años, aunque hay comerciantes nuevos.

Ha visto crecer a los hijos de los comerciantes, la mayoría estudia y se van a trabajar, incluso se van fuera del país y regresan de vez en vez a visitar a su familia, otros se quedan por acá y encuentran trabajo y otros se quedan en el mercado, y se van formando, como en el caso de Juana.

Juana prácticamente nació en el mercado, que se inauguró el 15 de agosto de 1970, por el entonces presidente de la República Mexicana, Gustavo Díaz Ordaz; Emilio Riva Palacio era el gobernador de Morelos y como alcalde de Jojutla estaba Adalberto Sámano Salgado.

El mercado viejo se encontraba en una placita cercana a los arcos, en donde estaba el edificio de la presidencia municipal. Desde ahí y mucho antes, sus papás eran mercaderes. Allá, los papás de Juana, Jesús Sánchez Casales e Irene Rivera Murias, tenían un local y junto con los demás comerciantes se pasaron a la nueva sede.

Hace 16 años eran más de 500 comerciantes; sin embargo, actualmente el padrón bajó, y ahora son cerca de 350 comerciantes.

Juana y su familia son de Jojutla, ella tiene ocho hermanos más, eran nueve. Estudió enfermería, pero no ejerció; también tuvo una papelería en la Ciudad de México, en donde vivió por varios años, hasta que su mamá le dijo que necesitaba que le ayudaran en los abarrotes del mercado y ella regresó a su terruño.

Desde entonces ha estado aquí, continuando con la tradición.

El negocio de los abarrotes es muy bonito, pero de muchos sacrificios, ya que se debe atender todos los días, desde la mañana. Mientras la gente puede ir a las fiestas y divertirse, el comerciante debe atender a sus clientes.

A Juana en lo particular le gusta mucho estar en sus locales, y muchas veces le dice a su hermana Brenda Irene Sánchez Rivera que ella se queda por las tardes, para que cumpla algunos compromisos.

Muy pocas veces ha ido a baile o fiestas, o cuando vienen artistas a la feria de Jojutla.

La única diversión que tiene es una televisión y el periódico que lee a veces, pero le gusta más el contacto con las personas, platicar, atenderlas.

Entre las etapas más difíciles por las que ha pasado Juana y su familia está el sismo del 19 de septiembre de 2017, en donde los locatarios se unieron para ayudar a las personas que cayeron en desgracia y anduvieron ayudando y repartiendo comida, agua y medicinas.

Algunos comerciantes perdieron casa y familias. Fue muy doloroso, pero se repusieron con la ayuda de los mismos pobladores y de las organizaciones que vinieron a ayudar, además de las personas que también acudieron a respaldarlos.

Otra de las etapas difíciles fue la que pasaron por el coronavirus. Como abarroteros siguieron trabajando durante toda la pandemia, pero no toda la gente pudo salir a comprar, y la venta disminuyó, desde luego, pero considerando que venden artículos de primera necesidad no les fue tan mal como a muchas personas.

Recuerda que había poca gente en los mercados, y que conforme fueron pasando los días y meses había menos personas, aunque el mandado se enviaba por medio de taxis o mandaderos.

Fue muy triste saber que algunos clientes habían fallecido, en algunos casos no se enteraron sino mucho tiempo después de que se levantó la contingencia, cuando vieron que ya no llegaban o preguntaron con algún familiar y supieron que ya no vivían, eso sí fue doloroso.

Juana dice que ella hace algunos años llegaba desde las seis de la mañana, pero un día la asustaron y le dio miedo. Cuando entró y se dirigía a la tienda comenzó a escuchar unos lamentos, e iba sola, y sintió escalofríos en todo el cuerpo.

Unos muchachos anduvieron arreglando el piso, y les contaron que los asustaron varias veces, una vez vieron a las tres de la madrugada a una señora con un niño,

Los veladores también les han contado que han oído llantos, gritos, lamentos, y han visto sombras.

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Máximo Cerdio

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