No pudo estudiar y aprendió desde muy joven a conducir.
Santos Enrique Ochoa tenía diez años de edad cuando empezó a trabajar como lavador de camiones en una organización del transporte público, para ayudar a sus abuelos con los gastos de la casa.
Quería continuar con sus estudios, pero no tuvo la oportunidad, ya que tras la separación de sus padres, sus abuelos lo adoptaron y con mucho esfuerzo lograron mantenerlo hasta tercer año de primaria.
Tiempo después aprendió a ser checador en la misma organización, donde se encargaba de lavar las "rutas", y al poco tiempo le enseñaron a manejar.
Actualmente trabaja como operador del transporte público en la Ruta 17, pero reconoce que le hizo falta el estudio para poder buscar un trabajo formal donde cuente con prestaciones de ley y seguro social para su familia.
Es esposo y padre de familia de cuatro hijos; dos estudiaron hasta el nivel medio superior y ya hicieron su vida laboral, y los otros dos tienen dos y ocho años de edad.
A sus hijos -comentó- los impulsa a estudiar y buscar un empleo formal y, además, les cuenta sus anécdotas en el transporte público para que estén conscientes de que ser chofer es una labor cansada, pues trabajan jornadas de más de doce horas diarias.
"Me hubiera gustado estudiar porque sí creo que hace falta el estudio, aunque también he visto operadores que tienen profesión; algunos son maestros y aquí andan en la 'ruta', porque a veces les va mejor en lo económico".
Dijo que seguirá al volante porque es un oficio que le apasiona; sin embargo, también le gustaría trabajar en una empresa donde tenga seguro social y prestaciones de ley.