La historia del mercado en México se encontró en numerosos vestigios arqueológicos olmecas. Se ha demostrado que la civilización olmeca no solo se confinaba a los litorales del Golfo de México, como se llegó a creer, sino que llegaron a sitios mucho más distantes como el centro del país. Los primeros contactos que se tuvieron en la época prehispánica eran intercambios comerciales. Sin embargo, posteriormente, dos culturas establecidas, los teotihuacanos y los mayas, llevaron a la práctica relaciones formales de comercio.
Con la llegada de los aztecas y su posterior crecimiento en el ámbito militar y político se establece por primera vez en el territorio lo que denominamos, hoy en día, el comercio exterior. Los comerciantes llevaban a la capital productos valiosos provenientes de lejanas regiones, como jade, algodón, cacao y metales preciosos. La actividad comercial experimentó un desarrollo inesperado.
La plaza principal de lo que hoy es la Ciudad de México corresponde a la casi original plaza de la principal ciudad azteca, Tenochtitlan. Esta plaza fue trazada en la época del emperador Moctezuma y en ella se estableció el mercado.
Conforme fue creciendo la ciudad, ese mercado resultó insuficiente, pues su único acceso era a través de un pequeño cuerpo de agua en forma de canal para introducir mercancía a la isla, pues la plaza no era ribereña. Cuando los aztecas dominaron Tlatelolco, construyeron allí el mercado principal, ya que este contaba con mejor de comunicación a través de lo que hoy es La Lagunilla, una especie de pequeña bahía en la cual cabían miles de canoas que transportaban la mayor parte del comercio del imperio azteca.
Es así que el mercado de Tlatelolco se volvió una de las principales infraestructuras para el funcionamiento orgánico de la Gran Tenochtitlan, y con la construcción del edificio y su plaza se funda lo que conocemos como el mercado o, más bien, una especie de central de abastos, ya que por su importancia y comunicación era capaz de distribuir a diferentes territorios.
Los mercados contemporáneos son esenciales para el funcionamiento de nuestras ciudades, pero también han permitido que la construcción de sus edificios establezca cánones arquitectónicos que ahora son referentes en la arquitectura mexicana.