Los integrantes del sindicato de académicos del INAH colocaron lonas en la zona de acceso principal del llamado Palacio de Cortés, ubicado en el centro de esta ciudad, con leyendas alusivas a la destrucción del patrimonio, y violación a la legislación vigente en la materia.
El investigador Israel Lazcarro Salgado, aseveró que los propios directivos del INAH han dado permisos para este tipo de afectaciones, como en el caso específico de la construcción de un museo con fines comerciales sobre una estructura arqueológica de la zona de Tzintzuntzan en Michoacán, impidiendo futuras investigaciones, además de otros casos como la realización de eventos políticos y espectáculos, así como fiestas particulares que reportan ganancias privadas enajenando el patrimonio público, como en el Castillo de Chapultepec, la zona de Teotihuacan, y el museo Nacional de Antropología.
Expuso que los académicos no se oponen al fomento del turismo, sino a la manera en que se llevan a cabo espectáculos, sin cuidar las zonas, o sitios, y como negocio de algunos.
Lazcarro Salgado, uno de los 27 investigadores del INAH que trabajan en Morelos, informó que se trata de una protesta que se realizó a nivel nacional, al tiempo de subrayar que otro de los problemas es que el instituto se ha desdoblado y duplicado, en una estructura administrativa gigantesca y muy costosa, pero no se invierte “nada para la investigación, para la protección y el resguardo.”
El historiador denunció que “a los directivos del instituto no les interesa, es muy poco lo que se destina a la investigación, y ya no se contrata a más investigadores, como referencia, de los 860 investigadores, la mayoría tienen un promedio de edad de 60 a 65 años y no se contrata casi a ningún joven, y están asfixiando presupuestal y académicamente esta función del instituto. En los últimos 15 años, el personal administrativo se ha triplicado.”
Asimismo denunció que paradójicamente se van asignando grandes proyectos de investigación o de restauración, a arqueólogos particulares que no pertenecen al INAH “que cobran grandes cantidades de dinero y no se aprovechan los recursos propios del instituto, esto tiene que ver con corrupción o al menos de negligencia o una conducta no ética. Esto ocurre en todo el país, a veces de forma descarada, otras de manera silenciosa y no se toma la opinión de los investigadores, pero esto va en aumento.”