El corrido es género popular mexicano, donde se cantan hazañas de alguna persona o grupo, incluso de animales. Durante la revolución servía para dar a conocer esos hechos significativos de los pueblos, ya que en esos años los medios de comunicación eran pocos y los que había eran cooptados por el gobierno, de tal suerte que la gente se enteraba por medio de los corridos de las derrotas que sufría el Ejército a manos de los zapatistas.
El instrumento que descansa en la pierna del corridista Marciano Silva es un bajo quinto, mexicano: cuenta con cinco órdenes de cuerdas dobles. Tiene su origen en “las bandurrias y laúdes españoles que utilizaban cuerdas dobles y también se afinaban en quintas, tal vez para completar las armonías en ensambles que requerían de un instrumento capaz de dar las notas graves de la armonización de una melodía”.
Es parecida a una guitarra grande y su cuerpo o caja de resonancia es más grande que la de la guitarra acústica. “Su sonido es metálico y lleno. Se toca con una espiga o plectro, aunque también se puede pulsar con los dedos”.
Félix Aguilar Lozano, médico de profesión y músico por afición, radicado en Tlaltizapán, posee un bajo quinto:
“Fue muy usado en Morelos, Guerrero, Michoacán, Puebla, Oaxaca y Tlaxcala, entre otros, para acompañar los corridos zapatistas; ahora pocos lo usan. A mí me lo hizo un chavo que se llama Pavel Toledano”, afirmó el doctor Félix, en su casa de Tlatizapán.
Después de varios meses logré establecer contacto con Pavel Horacio Toledano Ramírez, de 28 años, un artesano, especializado en instrumentos jarochos. Me dijo que, en efecto, él había hecho el bajo quinto del doctor Aguilar Lozano.
“Es un instrumento raro que ha caído en desuso y está a punto de desaparecer. En la época de la Revolución Mexicana era muy largo y grande como para llevarlo siempre consigo y con el riesgo de que se fuera a romper. Además, estorbaba en algún enfrentamiento. O se llevaba la carabina o el bajo quinto. Era difícil conseguir las cuerdas. Prefirieron la guitarra, que es más fácil de transportar”, explica el también músico integrante del grupo "Culebra de agua".
Pavel sale y trae un bajo quinto que él hizo y explica:
“Este es un bajo quinto. Es de cedro rojo con tapa de cedro blanco. Tiene filetes para proteger la orilla de la caja, en el diapasón tiene granadillas y las clavijas son de madera, no de metal. Cuesta tres mil 500 pesos”.
En su taller ubicado en Santa María Ahuacatitlán y en el que trabaja con su amigo José Omar Bueno Domínguez hay sierras, tornos, gubias, escoplos y demás herramientas de carpintería y laudería; también se observan piezas de jaranas, requintos, mandolinas y guitarras en proceso de construcción.
Pavel aprendió a hacer instrumentos en Veracruz y de ahí le gustó esa actividad. Lleva 15 años en el oficio y le va bien.
-¿Has terminado algún instrumento y te ha gustado tanto que no lo quieres entregar?
–No. Lo entrego porque me gusta que mis instrumentos estén en las manos de personas que las hacen sonar bien; ahí está mi trabajo, produciendo música– concluye.