A las 17:00 horas el cantante y actor llegó en una camioneta, acompañado por el organizador del evento, Pablo Antonio Castro Zavala, vicepresidente del Paseo de las Estrellas de Las Vegas, quien había anunciado que el Príncipe viajaría exclusivamente de Miami a la ciudad de México, y de ahí a Cuernavaca, Morelos, para develar su estrella (elaborada en granito de 90 por 90 centímetros, con ocho centímetros de espesor, y con un metal imitación oro).
El objetivo, según Castro Zavala, fue promover a Cuernavaca como destino turístico a nivel nacional e internacional, y hacer un homenaje a varios artistas de talla internacional.
Las demás personalidades que también tendrán estrella son Los Tigres del Norte, Alejandro Fernández, Plácido Domingo y Vicente Fernández. Joan Sebastian, ya tiene la suya y sería el primero en inaugurarla pero por problemas de salud no le fue posible asistir.
El protocolo más largo que un cocodrilo
El sol que a las cinco de la tarde no sabía que eran las cinco sino las cuatro, daba de lleno sobre una parte de las 450 sillas que el Ayuntamiento había puesto para los asistentes a mitad de la calle Benito Juárez, frente a las escalinatas de la escultura de Emiliano Zapata. Tres cuartas partes estaban cerca del presídium, la demás gente evitaba el solazo y chiflaban a la prensa local, a la nacional y a la “internacional”: “¡Cabrones, háganse a un lado, no dejan ver al Príncipe!”, gritaban. “No es culpa nuestra, los organizadores no pusieron un templete”, contestaron los camarógrafos que no se movieron en todo el acto.
Una vez que José José subió al presídium, el maestro de ceremonias presentó a las mil y un personalidades locales de la ciudad que “honraron con su visita” y comenzó a dar datos de Wikipedia: “José Rómulo Sosa Ortiz –nombre verdadero de José José– nació en la ciudad de México el 17 de febrero de 1948. Es uno de los cantantes más talentosos de la música popular latinoamericana, reconocido por su privilegiada voz. En sus cincuenta y tres años de carrera musical, su interpretación y su estilo influyeron sobre numerosos artistas del ámbito mundial. El 25 de marzo de 1970 participa con el tema ‘El triste’, de Roberto Cantoral García, y Dos de Wello Rivas en representación de México en el II Festival de la Canción Latina (predecesora del Festival OTI), obteniendo el tercer lugar ante el público que colmó el Teatro Ferrocarrilero de la ciudad de México, el cual admiró su extraordinaria interpretación. Ha vendido más de 90 millones de discos lo que lo convierte en uno de los cantantes latinos más exitosos de la historia. Por todas sus producciones ha recibido más de 200 Discos de Oro y Platino.
A partir de la década de 1990, se vuelven muy notorios los problemas con su voz, debido a su incesante actividad por más de 20 años, los problemas de salud, al abuso del alcohol y de otras sustancias. Nuevamente rompe récord de ventas con su álbum ‘En las buenas... y en las malas’, y logra ubicar el tema principal del disco, ‘Amnesia’, de Dino Ramos, en el primer lugar de la lista de éxitos de la famosa revista Billboard por varias semanas. El álbum fue un suceso, vendiendo más de 3 millones de copias”.
Sí, el discurso del maestro de ceremonias fue largo, pero no se comparó con el de otro de los asistentes que relató la primera vez que José José vino a Cuernavaca… No se le acabaron los elogios para los asistentes de la primera fila y, como es su costumbre en cuanto evento participa y en los cuales no suelta el micrófono, comenzó a hablar bellezas de su propia persona; hasta que el público soltó un reclamo “Ya, ya que se baje”.
Como parte del homenaje algunos cantantes interpretaron canciones que lo llevaran a uno de los lugares más altos en el gusto de la música popular de este país. La Banda de música de Morelos ejecutó “La nave del olvido”, la veracruzana More le cantó una canción y Mario Lara, imitador de José José, cantó a capela “El más feliz del mundo”.
El príncipe y la voz
Desde su silencio José José escuchaba aquella voz de Mario Lara parecida a la suya. Recordó lo que han escrito los que saben sobre sus cualidades interpretativas: que como tenor tenía la habilidad de cubrir todas las notas posibles en voz de pecho. El color de su timbre era extremadamente peculiar, característica especial del tenor lírico ligero. Sus características técnicas eran asombrosas, considerando que fue cantante empírico, que jamás llevó estudios musicales formales en un conservatorio. Su afinación era prácticamente perfecta en todas sus grabaciones discográficas.
También rememoró lo que los medios han comentado últimamente: que se ha sometido a cuanto tratamiento le han sugerido para recuperar su hermosa voz… pero parece que no ha tenido resultados positivos; cumplió, en febrero pasado 67 años: el tiempo, los desvelos, las mujeres, el alcohol y las drogas le acabaron su juventud y su voz.
El príncipe cerraba los ojos y se veía joven, con relojes de oro y diamante, con grandes anillos de piedras preciosas; y en su memoria sonaban aún los recuerdos de tantas y tantas noches de aplausos, de mujeres bonitas queriendo tocarlo, de ríos de alcohol y lujos.
Durante la ceremonia el Príncipe de la canción, en silencio, sonreía y saludaba a su público; sólo habló cuando develaron su estrella: "Esto se lo debo a todos y cada uno de ustedes, son mi familia. Muchas gracias, los amo".
La fan
María Eugenia Chong Sánchez, madre soltera, con dos hijos, hubiera aguantado dos discursos más del orador, pudo haber soportado las barbaridades del maestro de ceremonias que se tropezaba con las oraciones y por decir el nombre de uno de tantos éxitos del homenajeado “Lo que un día fue no será”, dijo: “Lo que no fue no será”.
María Eugenia iba con una bolsa de papel con discos sencillos y LP’s de su ídolo. Aunque no creía que el Príncipe de la canción visitara Cuernavaca, llegó a plaza de armas a las 13:00 porque pensó que el evento anunciado para las 16:00 y que comenzó a las 17:00 horas, de ser cierto estaría a reventar. Ahí se estuvo vigilando, con la bolsa y los discos en el pecho; hasta que un poco después de las cinco de la tarde vio de lejos a su ídolo rodeado por un río de medios y de personas que querían saludarlo: ahí había más de quinientas personas reunidas.
Permaneció a pocos metros de él, viendo cómo José José saludaba a todos y sonreía, y le recordó que desde los diez años todos los domingos lo escuchaba cantar por el programa de televisión “Siempre en Domingo”, que conducía Raúl Velasco.
–Voy a intentar acércame a él una vez termine el evento porque lo amo; sus canciones me llenan, pero hay una en especial, que es mi preferida: “Almohada”, es bellísima y él la canta de una manera única.
María Eugenia buscaría un autógrafo y una foto con su ídolo, lo quería saludar de mano. No consiguió más que una firma en un disco LP y en un libro biográfico de su cantante, pero le quedó el consuelo de que lo había visto de cerca y cuando ella lo saludó él le devolvió el saludo de lejos, desde el lugar de honor.
Al final, queda la memoria
Cuando el evento dio fin –a eso de las 18:30 horas–, el Príncipe se fue como llegó: entre una nube de admiradores que intentaban saludarlo, tomarse una foto con él y que les firmara un autógrafo.
Porque se puede tener una voz extraordinaria, la letra de la canción puede ser poética y los arreglos muy buenos, pero si no hay una interpretación que cale en la conciencia y en el gusto del pueblo, el cantante se olvida. El Príncipe de la canción tuvo el don y cautivó a públicos de diferentes edades y clases sociales.
José José dejó una estrella en Cuernavaca y, desde hace ya varios años, canciones en nuestra memoria que aún seguimos cantando o escuchando de los músicos pobres que deambulan en las calles y restaurantes de esta ciudad, o en las pocas cantinas que no han desaparecido de la urbe: “El Triste”, “Almohada”, “Gavilán o paloma”, “Si me dejas ahora”… aunque el verdadero cenzontle se haya muerto hace mucho en la garganta del Príncipe de la canción.