Sociedad
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Miles de fans despiden a Joan Sebastian en Cuernavaca

Miles de fanáticos esperaban la carroza que traería desde Teacalco, Amacuzac, Morelos, el cuerpo de Joan Sebastian a la misa de cuerpo presente que oficiaría el padre Luis Millán, en su honor, a las 12 del día en la catedral de Cuernavaca.


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 Minutos antes de las 12 llegó la carroza y en vez de entrar por la entrada principal, como estaba programado, se abrieron las rejas laterales de catedral y el automóvil con el ataúd se introdujo. Decenas de medios de comunicación estatales y nacionales entraron, seguidos por cientos y cientos de hombres y mujeres con celulares y tabletas en las manos queriendo captar una imagen.

Una veintena de guardias de seguridad no bastó para contener a la ola humana. Mujeres con zapatillas y micrófonos en mano gritaban que no las pisaran, pero la gente empujaba con más fuerza. Hubo un conato de bronca que no llegó a más porque la propia gente comenzó a protestar: “Tenemos tanto derecho de ver a nuestro ídolo como ustedes de proteger la caja con los restos mortales”, dijo alguien, y separaron a un camarógrafo y a un “guarura” que se comenzaron empujar y a insultar.

No hubo un solo policía que ayudara a controlar a la muchedumbre. Ellos esperaban la llegada por la entrada principal.

La carroza se estacionó en uno de los pasillos y los guardias de seguridad hicieron una cadena para protegerla. Cámaras de video, de fotografía y cientos de celulares, principalmente de mujeres, estaban en la primera línea queriendo una foto del automóvil mortuorio. “Ustedes los periodistas ya tiene muchas fotos de la caja, nosotros sus admiradoras no, déjenos tomar fotos, no sean malos”, dijo una mujer con un teléfono celular en lo alto de su brazo desnudo y moreno.

Mientras el personal de seguridad esperaba la orden de entrada llegaron algunos policías municipales y apoyaron a los guaruras que formaban una cadena cogidos de las manos para que la gente curiosa no pasara. De entre la multitud un hombre comenzó a cantar fragmentos de los éxitos del cantautor guerrerense y los demás lo secundaron.

Diez minutos después unos hombres acompañados por José Manuel Figueroa, uno de los hijos de Joan, sacaron el ataúd y lo condujeron en hombros rumbo a la entrada. Tardaron algunos minutos en pasar porque la gente se acercaba al féretro para tocarlo o arrojarle flores. Niños, hombres, mujeres, ancianos, principalmente de las colonias populares de Cuernavaca y Jiutepec, querían ver el cuerpo de Joan. Todos deseaban entrar a la catedral pero ésta se había llenado una hora antes.

Como si la caja de madera fuera flotando por ese río de gentes, el cuerpo del poeta del pueblo fue entrando a la oscuridad del interior de la catedral donde se oficiaría una misa en su honor, como es costumbre entre la comunidad cristiana. La caja color cedro desapareció y se formó una cadena humana para que el pueblo que esperaba ansioso no pudiera pasar.

Mientras adentro la misa se oficiaba, afuera se formaron algunos grupitos alrededor de fanáticos de Joan que cantaban sus canciones y eran coreadas por los miles de asistentes, como Rosendo Brito Alarcón, que llevó una guitarra y un aparato de sonido para despedir a su ídolo.

Sobre avenida Morelos, Diego Marino Figueroa y Kevin Orlando Andrade Marín, de 11 y 12 años de edad, tocaban guitarras y cantaban entonados la música de José Manuel Figueroa, nacido el 8 de abril de 1951 en el poblado de Juliantla, Guerrero, muerto el 13 de julio de este año en Teacalco, Guerrero, después de 16 años de luchar contra el cáncer.

Poco después de las 13 horas la caja fue llevada a la carroza y ésta salió por avenida Morelos, de nuevo, ante un mar de gentes que querían tomar fotos con celulares. Ahora los policías municipales y la policía vial escoltarían al vehículo que se metió en sentido contrario por Rayón y se perdió entre la gente.

Desde que supieron que los últimos restos mortales de Joan estarían en la catedral, Dominga Salgado y Vidente Ortiz, ambos de 62 años, ama de casa ella y obrero él, llegaron al centro de la ciudad y se metieron a la explanada de la catedral. Dos horas antes ya esperaban, bañados y peinados, el ataúd, en la explanada de catedral porque no los dejaron pasar.

–No pudimos ver nada, pensé que íbanos a poder tocar su caja o verlo dentro, pero apenas pudimos ver la esquina de la caja de madera que pasaba por la entrada de la catedral. Había mucha gente; parece que todo Cuernavaca y Jiutepé se vinieron a despedirlo. Nosotros quedamos conformes con haber venido a despedirlo y vamos a orar para que se vaya al cielo, porque compuso canciones muy bonitas que nos hacen llorar y nos alegran el alma –expuso Dominga.

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Máximo Cerdio

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