En el velatorio 2, del Panteón de La Paz, al sur de Cuernavaca, la familia del ex luchador y periodista recibía las condolencias de sus amigos, compañeros y familiares que llegaban a ver por última vez los restos mortales. Eran las 14:00 horas.
En un pequeño grupo, varios hombres robustos con cicatricen amplias en la frente platicaban. Una vez que los presidentes de las congregaciones religiosas dieron palabras de aliento a los deudos, estos hombres entraron al velatorio y demostraron su cariño con aplausos a su compañero “Tartú el Brujo” y se retiraron: eran luchadores sin máscara.
“Yo conocí a mi padre con máscara cuando era chavo. Fue el 13 de enero de 1993, en la Carolina, en el Miguel Alemán, fue una lucha de parejas con Espectro y Karis La Momia; se enfrentó contra Súper Halcón y otros luchadores. Fue la primera vez que lo vi luchar y cuando todos me decían que mi padre estaba en el encordado luchando, yo no lo creía, hasta que terminó el combate y en los vestidores se quitó la máscara”, explicó Enoch.
Había llantos dentro y fuera del pequeño espacio donde estaba el cuerpo de Rolando fallecido el domingo, víctima de un infarto, después de una operación del hígado. En medio, el ataúd estaba inundado de flores y coronas de algunos gremios y gente cercana a quien en los últimos días se dedicara al periodismo deportivo.
Su hijo mencionó que Rolando estaba preparando un libro sobre la historia de lucha libre en Morelos: “son recortes, apuntes. Él tenía muchísima información y máscaras y recuerdos, que se fueron perdiendo con el tiempo. Por ejemplo, la máscara original se perdió, era verde; sólo le quedó la roja. Pero aún conservamos mucha información de periódicos y revistas y otras cosas valiosas para la lucha libre de Morelos. En mis manos eso no vale mucho, pero voy a buscar las manos correctas para que las dé a conocer y los demás puedan disfrutar y conocer esta herencia”, expuso.
También dijo que a las cuatro de la tarde el cuerpo del periodista sería llevado a Emiliano Zapata, para ser cremado en el jardín funerario Búsqueda de Vida Eterna.
“Mi padre fue el mejor. Y voy a cuidar a mi madre, para cuando yo lo vea le diga: mira, cumplí con lo que me encargaste”, dijo Enoch.
Al lado del velatorio 2, del Panteón de La Paz, también se estaba velando el cuerpo de Armando Castañeda Gutiérrez, de 66 años, quien murió de diabetes, dijo su hijo Ricardo Castañeda Gómez, joven reportero de TV Azteca: “Mira dónde y cuándo le vine a dar el último adiós a Rolando”, dijo, con los ojos y las voz de quien ha perdido a un amigo y a uno de los seres más amados.