Tenía un bastidor metal con soportes en medio y dos tapaderas, pero el paso del tiempo y el de los pesados camiones ablandaron al acero inoxidable.

Todos los días, desde las seis de la mañana camiones urbanos pasan por esa calle: atraviesan el centro y se dirigen a las colonias del suroriente y a municipios como Temixco y Jiutepec. Los choferes conocen ya el superbache localizado frente a la entrada posterior del palacio legislativo, y los esquivan, pero hay automovilistas que transitan por primera vez e irremediablemente caen en el vacío: el ruido que producen el metal contra el metal es como el de una pata de un caballo de fierro que se quiebra.

En un principio sólo era una fisura que chillaba bajo las ruedas de los camiones urbanos, pero poco a poco aquel quejido se fue volviendo lamento y después grito sin eco.

Carlos Rodríguez Pérez, checador, dijo que el agujero tiene ya más de un mes y medio y que a pesar de que se ha reportado al Ayuntamiento y a la Comisión Federal de Electricidad nadie ha ido a repararlo.

–Yo les hago señas a los conductores para que no pasen por ahí, pero apenas me descuido porque voy a comprar agua o algo para comer, y ¡Crasss! caen. Yo sólo estoy de seis de la mañana a doce del día, después bien mi relevo, José Luis Gama, y se va como a las ocho, y después nadie puede advertirles que está el agujero: quien sabe cuántos más han caído.

Dentro de la oquedad, que debe tener poco más de metro y medio de profundidad, hay cables de luz: todo el sistema eléctrico de los negocios y edificios de esa calle y algunas aledañas.

La Comisión Federal de Electricidad dijo que iba a hacer un cableado subterráneo para contribuir al proyecto de la "ecozona", que abarca el primer cuadro de la ciudad. La compañía proveedora de energía eléctrica cerró por más de veinte días el tramo desde Aragón y León hasta Arteaga, pero de acuerdo con los vecinos que tienen negocios ahí, la CFE eligió mal porque las rutas son muy pesadas y pasan todos los días por ahí:

“No hay cemento ni rejilla que soporte tanto peso; se iba a romper, se los dijimos a los trabajadores pero no nos hicieron caso”, dijo la dueña de un negocio de comida que todos los días ve cómo los autos caen en el hueco.

El hoyo se ha comido todo: un neumático que fue usado para prevenir a los conductores; la curiosidad de los transeúntes cuando se detienen y observan la lámina sobre el agua y el cemento herido; las mentadas de madre de quienes han caído ahí; el día, desde que revienta por Leandro Valle y pasa por esta calle hasta Galeana; la noche y los disparos de armas de fuego de algunas personas que han asesinado por las inmediaciones de ese lugar; el tiempo de lluvia que lo ha inundado todo.