Sociedad
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El San Esteban “enojón” de Tetelpa

Zacatepec. La gente de Tetelpa (que significa “sobre las piedras”) cuenta que toda la fama de “malo” que se le atribuye a San Esteban, el santo patrono del pueblo y de los labradores de piedra, comenzó hace muchos años.


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 Sergio Mañón de la Rosa, habitante de esa comunidad y guía turístico, relató que hace muchos años la Virgen de la Concepción fue en peregrinación de Alpuyeca a Tetelpa y la gente la recibió con cohetes y danzas. Pero llegó el momento en el que se tenía que regresar a Alpuyeca. Entonces, cuando quisieron levantarla no pudieron: la virgen pesaba mucho.

Varios hombres intentaron cargarla pero inexplicablemente la imagen no se movió un centímetro. Entonces los pobladores interpretaron eso como una señal de que a la deidad le había gustado el pueblo y se quería quedar acá, en Tetelpa, y se quedó y la fiesta de la virgen es el 8 de diciembre.

Pero nadie se acordó que en este pueblo el santo patrono es San Esteban, a quien se celebra el 26 de diciembre.

El 10 de diciembre en la noche que inicia la fiesta a San Esteban, hubo misa, pero no castillo de luces, sólo un torito. Había bombas y cohetes en una parte de la iglesia. Entonces, cuando se comenzó a quemar el torito, un buscapiés salió y se fue a meter donde estaban las bombas y demás objetos de pólvora y explotaron.

No hubo pérdidas humanas pero la gente se asustó mucho y dijo que eso había sido obra de San Esteban, que estaba enojado porque a la virgen sí le habían hecho una gran fiesta y a él no.

Al año siguiente, a los ocho días que fue la fiesta conocida como el “ochavario”, hubo tres bandas, castillo de luces y tremenda fiesta para San Esteban. La población decidió que se gastaría la misma cantidad para la virgen que para el santo patrono, para evitar su furia.

Pequeño pero “enojón”

Sergio Mañón también contó que hace algunos años un amigo suyo de nombre Carlos diseñó un vestuario para San Esteban, porque vio que sus ropas estaban desgastadas y descoloridas. Bajó la imagen que se encuentra sobre el sagrario y la llevó a su casa por una semana para hacerle sus ropas y después la volvió a colocar donde es su sitio.

Entonces, la gente al darse cuenta que la imagen había sido movida convocó a una asamblea general, hubo toque de campanas y estuvieron voceando con el perifoneo. Estaban asustadas porque saben que al santo patrono, en especial a ese pequeño, no le gusta que lo muevan de su sitio. La asamblea se celebró con la asistencia de una gran parte del pueblo y se discutió el hecho de que podía haber un castigo terrible para el pueblo, pero había otro grupo mayoritario que afirmaba que se había bajado al santo para ponerle una ropa digna porque la que tenía estaba ya en muy mal estado y ahora se veía mejor; alegaron que no se le había faltado al respeto, por el contrario, se había hecho algo para su bien. El pueblo decidió que estaba bien que le hubieran cambiado de ropas y pidió perdón al santito, para evitar su ira.

El pequeño

Si uno entra a la parroquia no ve en el altar mayor la imagen de San Esteban, sino la de la Virgen de la Concepción: tiene aproximadamente un metro de alto, se ve hermosa con un vestido azul y blanco, brillante, debidamente protegida del polvo y de cualquier intruso.

Distribuidos en las paredes de la nave están tres San Esteban: uno grande del tamaño de la virgen y que es el que sale a las procesiones. Hay otro como de 50 centímetros y el pequeño, localizado arriba de la columna y del arco del sagrario. No debe tener menos de veinte centímetros de largo; pasa desapercibido, se podría confundir con una mancha en la pared.

“Ese es al que la gente le tiene miedo, a los otros no, al chiquito sí. Uy, no le gusta que lo toquen, menos que lo bajen; ya ha habido desgracias para las personas y las familias que han intentado hacerlo”, relataron unos hombres que se habían quedado en las bancas dentro de la iglesia después de una misa dominical de medio día.

El párroco regaña a sus feligreses, les dice que no anden contando esas cosas de San Esteban porque no son ciertas.

Las gentes que han estado más tiempo que él en el pueblo y que han sentido la ira de la deidad asienten, pero siguen tratando con mucho respeto y miedo al santo patrono del pueblo, especialmente al pequeño, ante quien agachan la cabeza y a quien ven de reojo allá, en las alturas, cada que se acercan al altar mayor.

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Máximo Cerdio

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