Xoxocotla. En un taller de cantera ubicado en el kilómetro 2.5 Las Flores, sobre la carretera Alpuyeca-Jojutla, hay una escultura de un monje en posición de flor de loto que realiza gestos o mudras.
De acuerdo con su autor, César Leal González, cuando a principios de mayo el tráiler le llevó la piedra (cantera negra) desde Querétaro, pesaba 5 toneladas, ahora pesará 1 mil 500 kilos, y lleva un avance de más de 70 porciento. Medirá 2 metros con 15 centímetros.
“Lo tengo que entregar el 10 de agosto, en un fraccionamiento en la comunidad de Tezoyuca, en el municipio de Emiliano Zapata”, dijo.
César es cantero, marmolero y escultor, en el taller CantyMar, que fundaron desde 2008 con su padre y sus dos hermanos: Gelasio Leal Reza, Manuel Leal González, y Rodolfo Leal González, respectivamente. El último se independizó y en la actualidad tiene un taller al lado de su familia.
También trabaja con ellos su sobrino de nombre Luis Leal.
La particularidad del taller es que usan piedra natural, no usan moldes, y trabajan de manera artesanal, a mano.
En entrevista, contó que tiene 45 años de edad, que es originario de Xoxocotla, que tiene instrucción secundaria y desde muy pequeño ayuda a su padre en este oficio.
Elaboran columnas, puentes, gárgolas, pisos, escalones, cubiertas para cocina, criptas, lápidas, cruces, fuentes, esculturas de diferentes tamaños, formas y medidas, de materiales diversos como el granito, el ónix, el cuarzo o la cuarcita.
El granito es importado: viene de arabia, Brasil, Italia o España y el mármol (que puede ser blanco, negro o amarillo) es de México y se consigue en Puebla o en Monterrey.
En Querétaro se compra la cantera negra, amarilla y roja y tienen clientes en el Estado de México, Toluca, Puebla, Guerrero y en todo Morelos.
“Mi papá y mis hermanos conocen el oficio, pero cuando se trata de esculturas, por lo general me encargan a mí el trabajo. En el taller hago de todo, pero a mí particularmente me gusta esculpir en cualquier material”.
Dijo que el cliente pide el trabajo que necesita, el material del que quiere el trabajo. En el caso de las esculturas, se manda traer la piedra de Querétaro o de Puebla, principalmente. “Una vez que tenemos la piedra, se traza, se perfora, se limpia para sacar la parte que se va a esculpir. De ahí sacamos centros, de frente y de los costados, para poder hacer el modelo que se requiera. Esto es algo que hacemos en todos los trabajos, sin embargo, el detalle es lo que nos lleva más tiempo y cuesta más; estos detalles ya se realizan a mano, con cinceles diferentes, maza y martillos de diferentes tamaños”.
César explicó que mientras más esculturas hace, aprende más y se le facilita más cualquier cosas que le encarguen.
“Desde que comencé a ayudar a mi papá, como a los 16 años, me di cuenta que me gustaba el barro y la piedra y hacía yo figuras de animales y de otras cosas; incluso con el tabique o tabicón hacía yo figuras con él. Claro que se rompía, pero era un gusto que yo tenía por labrarlas. Mi papá me ha platicado de mi abuelo Mardonio, él tallaba en madera y creo que de ahí viene mi gusto por darle forma a la piedra.
“Mi papá y mis hermanos siempre trabajamos en grupo, a donde nos llamaran íbamos. Trabajamos mucho tiempo en el taller que está por el puente del Pollo en los límites de Cuernavaca con Temixco. Ahí, los patrones vieron que tenía yo ciertas habilidades y me comenzaron a enseñar a trabajar algunas figuras básicas como una flor, guías de hojas, por ejemplo. Yo fui viendo como le hacía y también practiqué mucho y veía que se me hacía sencillo y poco a poco fui tomando práctica y esculpiendo figuras más complicadas”.
César relata que cuando se trabaja con piedra hay que ser muy cuidadoso, no se debe uno desesperar, hay que ser paciente e ir despacio en cada proceso; hay piedra muy cara y piedra que no es tan cara:
“Imagínate que yo le volara la nariz a este monje, no se puede pegar, imposible tendría yo que mandar a pedir una piedra y comenzar de nuevo. No tengo margen de error. Mientras más se avanza, más cuidadoso debe uno ser con la pieza; ir muy despacio. Con el tiempo uno adquiere práctica, conoce uno sus herramientas, sabe que debe uno tenerlas en muy buen estado. Después de muchos años de práctica uno sabe la fuerza con la que golpea uno el cincel, la inclinación, la dirección.
“En el caso del monje budista a mí nada más me mostraron una fotografía y me dijeron de qué tamaño lo querían. Busqué una pieza parecida en miniatura. Tuve que escalarla, trazarla, cortar y comenzar a trabajar. Viene lo más complicado, que es el detalle”.
Ésta no es la escultura más grande en la que ha trabajado: de las 15 o 20 esculturas que ha realizado, hubo un San Judas de dos metros en cantera, fue para un particular; pero el de mayor tamaño en el que han trabajado es una muy conocida: el Cristo de Taxco.
En el año 2002 fueron contratados (él, sus hermanos y su papá) para trabajar en el Cristo localizado en la parte alta del cerro de Atachi, en Taxco de Alarcón, Guerrero, del escultor Alejo Hernández. Con cinco metros de base y 13 de escultura, fue una escultura en cantera y su construcción duró ocho meses.
Por cierto, su papá, don Gelasio, explicó que cuando realizaron el trabajo del cristo a él y a sus hijos no les pagaron conforme lo habían acordado:
“Estuvimos trabajando varios meses. Era un trabajo duro y nos pagaban muy poco y en abonos, que 500 pesos, que dos mil pesos. Nos daban ‘préstamos’ al final nos quedaron debiendo, también quedaron a deber a las personas que vendían comidas a todos los obreros. Luego supimos que el escultor cobró más de tres millones y medio por la estatua. Nos dio mucho coraje.
César explicó que otro de los trabajos grandes fue la remodelación de la sede del ayuntamiento de Miacatlán, “eso fue en 2012; pusimos todo, trabajamos la cantera ahí”.
“En 2018, un rayo le quebró la mano izquierda al Cristo taxqueño y tiempo después me llamaron para que concursara para hacer la mano de la escultura en la que nosotros habíamos trabajado en 2002, pero no quise, porque también estaba concursando el mismo que hizo el Cristo y seguramente a él le darían el trabajo”, contó César.
Entre los trabajos grandes que han hecho también esta una fuente de cantera negra de Tlapujahua de Rayón, Michoacán, de cuatro metros de altura por cuatro de diámetro. La instalaron en el rancho La Guitarra, en Ahuehuetzingo, en Puente de Ixtla, propiedad de José Manuel Figueroa, hijo de Joan Sebastián. Por cierto, José Manuel les quedó a deber mucho dinero por la fuente, nunca les ha pagado.
“A Joan Sebastian le hicimos varios trabajos, por más de dos años tuvimos tratos con él y jamás nos quedó a deber nada, era muy formal, pero el hijo no salió como él. Después que murió, hicimos su lápida de mármol y la fuimos a instalar allá donde está enterrado, en Juliantla; después fuimos a dar mantenimiento a su lápida; pagaron lo que era, no hubo problema. Ahí le dije al mánager de Joan que le recordara a José Manuel que me debía y que me pagara, pero no ha habido respuesta” platicó César.
Hace algunos meses había unas esculturas grandes afuera del taller, una pantera, un león y un oso.
“Teníamos esculturas a orilla de la carretera, una pantera y un león de tamaño natural, en cantera. Un conductor en estado de ebriedad se metió al negocio y las rompió. Los papás del muchacho tuvieron que pagar los destrozos, era mucho dinero, no nos pagaron todo, pero logramos que nos dieran algo. El oso sí se vendió, antes que el borracho se meterá al taller con todo y coche. Siempre les digo a mis hijos que hay que sobre ponerse a las desgracias, que son problemas que no nos deben estancar, porque en seguida pueden suceder cosas buenas o nos sucedieron cosas buenas antes, que nos beneficiaron. Hace algunos meses se bajó una mujer con su hija, venían en una camioneta. Me preguntó por el precio de una columna en cantera rosa, le di el precio. “¿Si me llevo diez me las puede entregar en un mes? las necesito para Barra Vieja, para Acapulco”; me dijo. Yo le contesté ‘cuente usted con ellas’. Y ahí hicimos el trato, explicó el maestro Gelasio.
César platicó que ha hecho varios trabajos que le han gustado: una cabeza de toro, un buitre para la Universidad de Sinaloa, pero que se instaló en un centro de agricultura que esa universidad tiene en Tepalcingo.
“Una vez hice una Virgen de Guadalupe, en cantera color amarillo madera. Me gustó mucho, era para vencer, pero decidí que me la iba a quedar. Pero dos días después me la robaron. De repente no apareció, no supe quién se la había robado, incluso la estuve buscando por varios lugares, pero no era la mía. No tengo ni siquiera una foto de esa virgen”, dijo.
Me la rifo, aquí o donde sea
A César le gustan los retos y sabe que le va a llegar una escultora muy grande. Hace unos cinco años, Juan López Palacios le dijo que se iba a hacer una escultura de Emiliano Zapata de 13 metros en Villa de Ayala; le preguntó que si la podía hacer y él le respondió que sí. La obra no se hizo, porque mataron a Juan López y Benjamín López Palacios, a quien también asesinaron.
“La obra, el diseño, el color y el tamaño que necesite, la escultura que quieran, yo la puedo hacer. Me la rifo, aquí o donde sea”, puntualizó.