El único acercamiento que había tenido a las favelas había sido a través del trabajo de colegas periodistas, que en un seminario en Montevideo, dos años atrás, habían presentado imágenes terribles de la violencia en esas zonas. Oficialmente, hoy Río de Janeiro tiene 763 de ellos, (según el censo de 2010), y son el hogar de casi 1,4 millones de personas, es decir, el 22% de la población de la ciudad.
Así que mi viaje no podía estar completo si no vencía mis prejuicios y mis miedos. Santa Marta estaba en mi mapa gracias a dos elementos: un elevador y Michael Jackson. Esta es la historia que allí conocí.
Las puertas amarillas se abrieron y la fila comenzó a avanzar. Sólo 20 personas podían subir. Eran casi las 2 de la tarde y la mayoría de las que esperaban eran mujeres que habían bajado por sus hijos a la escuela y a hacer las compras del día para cocinar. María se sonrió con alivio, y me contó que era imposible no recordar aquellos días en los que tenía que subir más de 500 escalones para llegar hasta su casa, ubicada en lo alto de la colina donde en 1935 se estableció la favela de Santa Marta, muy cerca de Botafogo, uno de los barrios más populares de Río de Janeiro.
Pero había personas que durante mucho tiempo tuvieron que subir mucho más. Un total de 788 escalones son los que conectan a la vivienda ubicada en lo más alto con la vida citadina de Río. Durante 73 años, las familias de Santa Marta vivieron aisladas del crecimiento y el desarrollo de su ciudad. Personas mayores que no podían salir de sus casas, niños que no podían asistir a las escuelas por vivir en lo alto de la colina más inclinada de Río de Janeiro.
Hombres, mujeres, niños y ancianos debían subir y bajar esta pesada cuesta, con los materiales que utilizaron para levantar sus casas, las compras del mercado y los libros para hacer los deberes de la escuela.
No sólo en Santa Marta la accesibilidad es un problema. Las favelas son asentamientos irregulares que fueron creciendo en las montañas que rodean la ciudad de Río de Janeiro, por lo que la mejor opción para acortar la brecha de desigualdad, era apostar por sistemas de transporte verticales.
El 29 de mayo de 2008, el gobierno de la ciudad inauguró el Plano Inclinado de Santa Marta, proyecto integrado por un elevador, guarderías, canchas deportivas, obras de abastecimiento de agua, alcantarillado, drenaje, pavimentación y mejoras en 211 viviendas del barrio. Además, gracias a este proyecto, se comenzó una promoción oficial de las visitas a las favelas, para ofrecer al visitante una experiencia mucho más auténtica y cercana a la vida cotidiana carioca.
El ascensor está dividido en dos compartimientos: el primero fue diseñado para transportar un máximo de 20 personas por viaje y el segundo está destinado a cargar toda clase de objetos, desde carreolas y bicicletas hasta muebles, materiales de construcción y carros cargados de productos adquiridos en el supermercado.
Los habitantes de esta comunidad saben lo que es la vida sin elevador, por ello lo cuidan y exigen a los turistas que hagan lo mismo. El límite de usuarios es de 20 y nadie discute eso. Nadie se queja, nadie empuja. La gente hace fila en forma ordenada, sonriente y cordial, porque nadie quiere volver a los tiempos de los inevitables 788 escalones, esos mismos que el cantante Michael Jackson tuvo que subir y bajar en 1996, cuando utilizó las callejuelas de Santa Marta como escenario para su video They Don’t Care About Us, cuya traducción literal no distaba mucho de la realidad de los habitantes de las favelas, en relación al resto de los habitantes de la ciudad: “Ellos no se preocupan por nosotros”.
El álbum donde Jackson incluyó este tema se llamó History, y curiosamente lo que hizo en Río de Janeiro, fue historia. Hoy los habitantes de Santa Marta hablan con orgullo del rey del pop que tuvo que pagar a los mafiosos que en aquellos años dominaban la zona, decidían quien entraba y quien salía del barrio.
Si alguien visita Río de Janeiro hoy, puede recorrer esos coloridos callejones donde los casi 8 mil habitantes, ya no viven con miedo. El color llegó gracias al proyecto Favela Painting Art, creado por el dúo holandés Haas y Hahn, con el objetivo de impulsar el orgullo de la comunidad, así las casas integran un arco iris brillante en el paisaje carioca.
El arrojo de un cantante de pop los puso en el mapa, dos artistas los motivaron a ponerle color. La policía entró y puso orden. Su elevador los acercó con quienes antes los ignoraban. Hoy son los visitantes los que tienen que ajustarse a las reglas, formarse y entender que no tienen ningún privilegio.
Si quieren llegar hasta donde está la estatua de bronce de Michael Jackson y tomarse la foto del recuerdo, deberán compartir el espacio con las mujeres, los niños, los ancianos, las familias, las bolsas de mandado, los materiales de construcción, las mochilas del colegio.
O tal vez se conformen, como hice yo, con la hermosa vista que desde el Plano Inclinado se puede tener y quizá, tengan tanta suerte y también pasen horas hablando con las mujeres y jugando con los niños, aunque tal vez no sean los mismos que con gusto y paciencia, me enseñaron a volar aviones de papel sobre el cielo carioca y me dejaron una de las más ricas experiencias en mi mapa viajero.
Andanzas en Femenino
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Desde lo alto de la favela
Sólo he tenido la oportunidad de viajar a Brasil una vez, una semana maravillosa en Río de Janeiro que sin lugar a dudas, no habría sido completa si no hubiera visitado la Favela de Santa Marta. Durante muchos años, las favelas estuvieron prácticamente prohibidas para los turistas sensatos que no querían ser víctimas de la delincuencia en las zonas marginadas de las grandes ciudades. No puedo negarlo, yo también tenía ese prejuicio, también tenía miedo.
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