La primera vez que supe de ella fue para integrarme al equipo de producción de un documental, hace ya 18 años. Debíamos no sólo ir a los santuarios y grabarlas en los enormes racimos que visten los bosques de Michoacán y el Estado de México, también debíamos recolectar sus huevecillos y encontrar la única planta de la que se alimentan las larvas al nacer.
Conforme fui conociendo a estas mariposas, más me iba asombrando. No son las mismas las que viajan desde Canadá y llegan a México, pues en el largo viaje, se reproducen, mueren y otras nacen, manteniendo así viva a su especie.
Visitar a estas hermosas mariposas es muy fácil y barato. Muy cerca del municipio de Angangueo, Michoacán, se ubica el Santuario de la mariposa monarca Sierra Chincua, conocido también como El llano de las Papas. Al igual que en el Santuario El Rosario, hay guías que durante el trayecto informan a los turistas no sólo sobre el complejo viaje de estas visitantes, también sobre la importancia de conservar los bosques, evitar los incendios forestales y combatir la tala clandestina que pone en riesgo no sólo a las mariposas monarca, sino a todo su hábitat.
Cuando yo fui por vez primera también era noviembre. Necesitábamos verlas cuando aún no se han formado esos racimos gigantes en las que se congelan para sobrevivir durante el invierno. Lo maravilloso de ir en noviembre es que uno puede ser testigo de los vuelos de cortejo y el apareamiento de las mariposas. El clima es perfecto para ello y se reproducen muy bien. Depositan sus nuevecillos en la única planta de la que se alimentarán las larvas al nacer.
Esas larvas tienen dos pares de antenas y no tres como su prima, la mariposa reina, que no es migratoria. Eso lo supe cuando llevamos algunos de esos huevos al laboratorio y al intentar filmar el nacimiento de las orugas de Monarca, dos de cada tres nacían con más antenas y eso tiraba horas de trabajo de fotografía microscópica a la basura.
El Santuario Sierra Chincua forma parte de la Reserva de la Biósfera Mariposa Monarca. Hay que ir preparado para caminar mucho y con ropa abrigadora porque el clima es frío. Aunque las mariposas llegan en noviembre y se marchan hasta finales de febrero, casi marzo, es recomendable ir hacia la última semana de noviembre o la primera de diciembre, para que ya hayan llegado muchas mariposas pero aún no se congelen en los racimos donde prácticamente permanecerán inmóviles hasta finales de enero.
También se pueden alquilar caballos aunque yo no lo recomiendo y es justo porque algunas mariposas entran en este aparente congelamiento y caen al suelo. No están muertas, sólo aletargadas, y por ello hay que tener mucho cuidado al caminar.
Tampoco se deben recoger del piso y tratarlas como souvenirs, porque no lo son. Son seres vivos, que están en un aletargamiento temporal, que es parte de su ritual de supervivencia al invierno.
El Santuario tiene todos los servicios, restaurante, estacionamiento y un área especial para pasar la noche en tiendas de campaña. También se puede dormir en Angangueo, un pueblo muy tranquilo, romántico y delicioso para un fin de semana. Recuerdo haber bebido el más rico chocolate caliente hecho por alguna de las señoras que venden comida a los turistas afuera de sus casas.
Aunque yo de verdad recomiendo tomarse todo el fin de semana y quedarse a dormir en el pueblo, si el tiempo no le alcanza y está planeando un viaje de ida y vuelta es importante llegar temprano. Las mariposas sólo vuelan cuando hay sol, así que llegar a buena hora les permitirá disfrutar el espectáculo de verlas pintar el cielo de color naranja con sus alas agitándose.
Otra cosa importante, hay que llevar la ropa y el calzado adecuados. Es un bosque de coníferas, con un frío húmedo por lo que los caminos pueden ser lodosos y resbalosos. Es recomendable usar botas y varias capas de ropa, para poderla ir quitando o poniendo conforme cambia el clima.
Y aunque el espectáculo es maravilloso, la prioridad es conservar el ecosistema de las mariposas, por tanto, los caminos son totalmente rústicos y el trayecto puede representar mucho esfuerzo para niños o personas adultas mayores. También debe considerarse que es una zona alta, por lo que las personas con afecciones cardiacas deben consultar a su médico antes de tomar la decisión de hacer este viaje, en el que se debe caminar un mínimo de 2.5 kilómetros, la mayoría, en ascenso. En el Santuario El Rosario, la distancia es menor pero hay más pendientes.
Yo fui estando embarazada. Tenía cuatro meses de gestación y no tuve ningún problema, al contrario, ha sido uno de los viajes más bellos por el contacto con la naturaleza, el espectáculo de ver revoloteando sobre mi a miles de mariposas en pleno ritual de apareamiento.
En noviembre, en los bosques michoacanos definitivamente el amor está en el aire porque… ¿sabían que ellas se aparean en pleno vuelo verdad? pues sí… no necesitan como nosotros tirarse de un paracaídas desnudos para cumplir la fantasía de aparearse en el cielo, ellas nacieron con esa ventaja.
Angangueo es ahora un pueblo mágico, distinción que no tenía cuando yo lo conocí y aún así, me pareció que la magia se respiraba en sus calles pequeñas, en su deliciosa comida, en el billar donde pasamos horas cada noche. El pueblo y los santuarios están en el corazón del eje volcánico transversal. Angangueo tuvo un pasado glorioso por haber sido un pueblo minero, en medio de las montañas. Allí, rodeados de enormes pinos, los viejos mineros construyeron sus casas con techos de teja roja y balcones que te hacen desear una serenata mexicana.
La explotación minera comenzó a finales del siglo XVIII y concluyó apenas en 1991 por lo que la prosperidad se refleja en una arquitectura cuidada, de tipo colonial mexicana con detalles europeos. Aquello no es extraño si pensamos que quienes explotaron las riquezas del suelo michoacano fueron españoles, ingleses, alemanes, franceses y norteamericanos. Aún se pueden recorrer las viejas vías del tren en el que salían enormes cargamentos de minerales listos para ser exportados a Europa.
Sin embargo, el nombre del pueblo es de origen purépecha y significa pueblo entre montañas, nada más cierto y nada más que eso se necesita para pasar un fin de semana otoñal o invernal dando la bienvenida a las visitantes más queridas de la región.