El tema del amor en París viene al caso por que esta semana el paisaje parisino ha cambiado y lo que para muchos visitantes y lunamieleros fue una tradición se ha terminado con el retiro definitivo de los llamados “candados del amor”.
He leído todo tipo de comentarios. Los extranjeros lamentan la “pérdida” de lo que ellos creen que es una tradición parisina pero siento romper su corazón diciendo esto pero la verdad es que los parisinos detestan esta práctica que no sólo contamina el Sena, el río crucial de París, sino que pone en riesgo el patrimonio arquitectónico de la ciudad y sobre todo, les parece cursi y de mal gusto.
Los parisinos ni siquiera pueden recordar cuándo empezó todo. Al principio, los candados aparecían y casi nadie lo notaba aunque se percibía que alguien había querido decir algo con el hecho de colocar un candado en uno de los puentes más famosos de la ciudad. Poco a poco las rejas de ese puente se fueron llenando y, lo peor, poco a poco los otros puentes también se han ido poblando de candados metálicos que dicen representar promesas de amor eterno selladas con París como testigo.
Ya se, habíamos hablado de este tema en agosto pasado, cuando una parte de ese enrejado se venció por el peso de los candados y de emergencia las autoridades parisinas tuvieron que clausurar el puente y retirar las rejas dañadas. Se intentó convencer por las buenas a los visitantes y motivarlos a demostrar su amor y sus promesas de otra manera, más creativa y menos contaminante, sin embargo pronto los especialistas revelaron que el riesgo del puente era inminente y que los candados debían ser retirados permanentemente y con ello el símbolo de miles de parejas de enamorados que, probablemente, ni siquiera permanecen juntas ya pero cuyo amor está dañando la estructura del patrimonio parisino.
Si bien uno no va a ver nunca a una pareja parisina colocando un candado para jurarse amor eterno, el problema es grave y molesta mucho a los habitantes. París recibe anualmente 27 millones de visitantes al año. Francia ha alcanzado nuevamente el primer lugar en el ranking de países más visitados del mundo, certificado por la Organización Internacional de Turismo. Así que, ante este afán de los turistas de acudir precisamente a esta ciudad a jurarse amor eterno con un símbolo contaminante y agresivo, el ayuntamiento de París ha tenido que tomar la radical decisión de retirarlos del Puente de las artes esta semana.
A partir demañana, el puente albergará cuatro obras de arte urbano que podrán verse hasta el otoño (boreal). “París quiere seguir siendo la capital del romanticismo y el amor, pero sin candados que dañen nuestro patrimonio”, señaló el vice alcalde Bruno Julliard en un comunicado.
Curiosamente la primera vez que yo vi esos candados no fue en ese puente, sino en el Alexandre III, uno de los más bellos de la ciudad, justo cuando me dirigía al Grand Palais. Me acerqué con curiosidad y vi que no sólo hay candados, sino que las estatuas del puente están rayadas y tienen nombres de parejas y fechas escritas. Una muestra de que el amor puede ser muy destructivo si lo permitimos.
Esa era mi primera noche en París y aunque llevaba apenas unas horas en esa ciudad, yo ya estaba perdidamente enamorada de ella y tal vez por ello me pareció muy desagradable esa práctica. Cuando conocí el Puente de las Artes y noté que era una práctica común y permitida supuse que las autoridades lo tenían controlado y no me pasó por la mente la idea de que estas promesas de amor eterno aparentemente inofensivas pudieran causar daño. Claro, yo no sabía que hasta hace unos días, sólo el Puente de las Artes cargaba ya con 45 toneladas adicionales por el peso de estos candados. Sí, el amor se puso pesado.
Si uno lo piensa un poco, realmente no se necesita ser un gran científico, es lógico que las llaves de metal al ser arrojadas al río y descomponerse contaminarían el agua y el suelo. Así que no, no era inofensiva la promesa sellada con un candado sólo para tener una foto del recuerdo.
Entonces, más allá de darme golpes de pecho en torno al impacto ambiental, o el daño arquitectónico a la ciudad o el daño psicológico que el retiro de los candados pueda provocar en los amantes que quisieron así perpetuar su amor, al enterarme del retiro de las rejas pesadísimas me puse a pensar en lo triste que es que los seres humanos necesitemos tantos símbolos para eternizar algo tan elemental como el amor.
Creo que el amor en estos días necesita de mucho menos simbolismo romántico y mucho más compromiso real. Más acción y menos discurso. Menos fotografías en Facebook y más parejas compartiendo el día a día, en relaciones igualitarias, divertidas, felices.
¿Es de verdad el amor encadenado el que queremos preservar? ¿Queremos pasar a la historia como la generación que sólo podía amar si estaba provista de cadenas irrompibles?
Fue inevitable pensarlo… ¿cuántas parejas olvidaron su candado y sus promesas?, ¿cuántos siguen juntos?, ¿cuántos realmente son felices?
Los seres humanos tenemos una inexplicable necesidad de magia y fantasía. Así como nos gusta creer en los milagros y las deidades protectoras, nos gusta creer en la magia del amor eterno. Así, literal, por arte de magia. Sin trabajo, sin esfuerzo, sin compromiso, sin respeto, sin construcción igualitaria. No, en la cultura occidental preferimos las promesas, los castillos en el aire, los candados en el puente, las llaves en los ríos, las monedas en las fuentes.
Sí, París es la ciudad del amor, y tal vez por ello es que los parisinos se casan cada vez menos. Están optando por nuevas formas de relacionarse. Sociedades de convivencia, contratos que son sujetos de revisión, uniones en libertad, parejas que duran años y no viven bajo el mismo techo y un sinfín de nuevas posibilidades donde lo que menos existe son los candados ni las cadenas.
Molestarnos porque París no quiere ser testigo de nuestras tradicionales promesas de amor selladas con un candado es tal vez cerrar los ojos ante las nuevas realidades que sociedades como la parisina nos plantean en el amplio menú del amor y las relaciones humanas.
Estamos acostumbrados a decir “hasta que la muerte nos separe” dejando la responsabilidad del destino amoroso en un hecho externo, ajeno a la pareja. Estamos acostumbrados a decir “soy tuyo” sin pensar en que amor no es cargarle a otro la responsabilidad de nuestra felicidad. Queremos píldoras de felicidad automática pero nos da una tremenda flojera construir bases sólidas.
Y mientras veo las fotografías de las rejas que son retiradas del Puente de las Artes, con el peso enorme de las promesas de amor hechas en un momento de euforia, pienso que muchas tal vez fueron tan frágiles como la casa de paja de uno de los tres cerditos. En cambio, tal vez hay parejas que no pusieron un candado, o ni siquiera firmaron un papel, pero juntos hicieron la mezcla y pegaron los ladrillos para construir una casa de tabiques, como esa que el lobo feroz no pudo derribar con sus soplidos más fuertes. Entonces, si queremos amor eterno ¿qué elegimos? ¿Candados de paja en los puentes o buena mezcla y fuertes tabiques? Los parisinos comentaron en redes sociales que poner candados es para “tontos que no han entendido nada sobre el amor”… ¿ustedes qué opinan? Lo dejo para la reflexión.