De entrada, el día que volé estuve con la angustia todo el tiempo pues tanto mi amiga Patricia, que amablemente iría por mí desde San Cristóbal hasta el aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez, como mi colega Samuel, que andaba vacacionando allá, me habían avisado que la CNTE tenía tomado el aeropuerto desde temprana hora.
Llamé a la aerolínea, pensando que esa era una situación extraordinaria y ellos me dijeron: “no hay ningún cambio o alteración programada para su vuelo, no se preocupe”. Estuvimos pendientes todo el día hasta que llegó la hora de salir de casa y enfilarnos al aeropuerto de la Ciudad de México. Había leído que las aerolíneas, para no hacerse responsables de ningún cambio o cancelación por estos bloqueos, solían mandar a los aviones a aterrizar a Tapachula, que está a más de 300 km de distancia de mi destino final que era San Cristóbal de las Casas. En otro momento no me habría molestado tal opción pues sería una oportunidad para conocer más lugares, pero mi vuelo salía a las 8 pm, por lo que en caso de tener que ser desviado, llegaría a Tapachula después de las 10 de la noche y por lo que me han dicho, esta no es precisamente la mejor ciudad de Chiapas para pasar la noche, ya que es insegura, con muchos giros negros, como suelen ser las ciudades fronterizas. Lo último que yo quería era llegar a un aeropuerto como ese de noche.
Al llegar al aeropuerto todo normal, al parecer los maestros se habían retirado del aeropuerto y mi vuelo podría llegar a Tuxtla, mientras que mi amiga podría llegar por mí en su auto sin problema.
Conforme fueron pasando los días en San Cristóbal, comprendí cómo la afectación por los bloqueos ha ido creciendo.
Al tercer día de estar en Chiapas, decidimos contratar un tour para viajar a las lagunas de Montebello. Fue inevitable escuchar algunas conversaciones del chofer-guía con sus compañeros antes de salir. Al parecer era la primera camioneta que se iba llena en varios días, tenían la esperanza de que por fin comenzara a notarse que estábamos en plena temporada alta por las vacaciones de verano.
Sin embargo, al volver del tour, caminando por el centro de San Cristóbal un martes por la noche, se sentía poca actividad. Incluso en el restaurante donde entramos para cenar, sólo había tres mesas ocupadas.
Como me enamoré de esta ciudad, me quedé dos semanas más. Así fui conociendo a más personas que viven allí. Ellas me contaron que hace ya casi tres años que los bloqueos a carreteras y al aeropuerto se volvieron un modus operandi no solo de la CNTE, también de otros actores políticos de la entidad para protestar por diferentes causas. Esto significa que la industria turística en general ya resiente seriamente las consecuencias de que estas personas secuestren la ciudad y sus accesos para mantenerla sitiada, impidiendo la llegada de los visitantes.
Incluso en el hotel donde me hospedaba había una manta que decía “ya son tres años de bloqueos”, en un afán de los empresarios del ramo por exigir también su derecho a subsistir.
Y es que en varios hostales, museos y restaurantes de San Cristóbal, el no pagar la nómina a tiempo se ha vuelto una constante. Simplemente no hay ingresos.
A esto se le suma que los padres y madres de familia ya no saben que hacer con sus hijos pues desde Semana Santa no volvieron a clases. Los niños incluso han salido a las calles a protestar. Ellos quieren ir a la escuela.
Conocí a Kiara, una italiana que llegó a Chiapas desde la época del auge del zapatismo. Ella creó una escuela que inició como un proyecto de educación ambiental, luego fue cubriendo las necesidades de regularización y fortalecimiento de los conocimientos que los niños no adquirían en las escuelas, con programas vespertinos para complementar sus clases pero ahora ha tenido que recibir a los niños también por las mañanas pues las escuelas públicas están también secuestradas por el movimiento magisterial.
Por supuesto mucha gente, como Kiara y otros amigos con los que hablé no necesariamente culpan a los maestros de tomar estas medidas extremas, sino al gobierno de no querer negociar con ellos, sin embargo, esta columna no pretende analizar el trasfondo de un movimiento de protesta, sino contarles a ustedes, queridos lectores viajeros, cómo algo que nos pareciera tan lejano y ajeno, afecta realmente la vida cotidiana de esas personas que lo único que quieren, como dicen las muchas mantas que vi colgando de casas, hoteles y restaurantes de San Cristóbal, es vivir en paz.
Si aún no salen de vacaciones, de verdad, vayan a Chiapas. Su comida es deliciosa, la atención en los hoteles y restaurantes será de excelencia y lo más importante, su gente nos necesita.