El cierre del sexenio no podría ser más lamentable: ni siquiera respeto a su persona logra el aún gobernador, escondido de la ola de reclamos que su gobierno generó por los problemas económicos que no ha finiquitado.
En casi todas las áreas de su administración se carece de recursos para lo más elemental, así como para importantes programas y apoyos ya presupuestados, lo que genera dudas sobre el destino del dinero.
De hecho, en realidad esas dudas son certezas de que el dinero fue sustraído de las arcas, de allí la indignación pública, que le aplica al gobernador saliente los adjetivos que cree que se merece.