El largo proceso de transición entre la elección y la toma de posesión del presidente de la república le ha restado operatividad a muchas áreas de la administración pública federal cuyo funcionamiento es vital para la buena marcha de los asuntos públicos.
El presidente electo no tiene poder ni recursos mientras el presidente saliente ha descuidado sus obligaciones, lo que tiene, por citar un vistoso ejemplo, a diez universidades públicas al borde del colapso, incluida la UAEM, insignia del estado de Morelos.
Por lo pronto, la esperanza depositada en el próximo mandatario es enorme, al grado de que se le exige intervenir activamente en la solución de los graves problemas que aquejan al país.
Lo mejor sería que las autoridades federales salientes honraran su cargo y cumplieran lo mejor posible su papel para que le ahorraran a los gobernados las penurias que hoy viven pese a que tienen una salida lógica y relativamente fácil.