Los morelenses nos hemos acostumbrado a convivir con la actividad eruptiva del volcán Popocatépetl, que desde 1997 dejó su letargo.
Las precauciones que se han adoptado desde entonces han sido suficientes para evitar zozobras, aunque en el gobierno anterior hubo graves omisiones, como la falta de reparación de los caminos que se utilizarán en caso de una evacuación masiva o el incumplimiento en la realización de simulacros.
Pero el incremento en la actividad del coloso no nos ha tomado desprevenidos y ya existen los mecanismos para garantizar la vida de quienes viven cerca de la zona de riesgo.
Las experiencias ganadas con el catastrófico evento que fue el sismo de septiembre del 2017 siguen allí y seguramente podrán utilizarse si la Naturaleza hace sentir su fuerza, aunque siglos de historia dan la certeza de que el volcán no representará un grave peligro.