Apenas una treintena de personas (quizá menos) bastó para sembrar el caos ayer en la transitada zona norte de Cuernavaca. Independientemente de lo justo de su reclamo, los vecinos de la colonia Tlatepexco dañaron todo tipo de actividades durante al menos tres horas para exigir que se les restituya el servicio de agua potable, suspendido por razones que se ignoran.
El sufrimiento que deben vivir por la falta de ese servicio no se compara al costo del sufrimiento que infligieron a la gente que quedó atrapada en su traslado.
Y eso fue ayer, pero hoy se cierne la amenaza de nuevos bloqueos, un acto carente de sensatez, sobre todo en el grave momento social que vivimos a causa de la pandemia.
Aunque el derecho a protestar debe garantizarse, para lo mismo debe ocurrir con el resto de los derechos ciudadanos.