El robo de cable de cobre se ha convertido en un grave problema social. No se trata de un problema delictivo.
Un indeseable número de escuelas públicas se encuentran sin capacidad operativa porque delincuentes organizados se robaron el cableado de los planteles e infinidad de pozos que abastecen de agua potable y plantas tratadoras de aguas negras están fuera de servicio por el mismo motivo.
La plaga, que antes afectaba solo a comunidades rurales y colonias marginadas, se ha extendido a los centros urbanos de todos los niveles sociales y afecta también a las telecomunicaciones.
Es, en pocas palabras, un problema grave que no se combate de manera integral, porque el robo de cable es una forma fácil de obtener dinero a través de la venta en los negocios que compran desechos metálicos y que nadie fiscaliza.
Quizá sea tiempo de voltear en esa dirección, para que deje de ser un juego de niños obtener liquidez con robos que causan un daño superior a lo que cuesta el material sustraído.