Las medidas encaminadas a proteger la vida de la mujer y lograr la igualdad de sexos aún no terminan de prosperar y, efectivamente, requiere un fuerte impulso.
El problema de la violencia de género, sobre todo, alcanza cotas intolerables que deben combatirse, pero no solo desde una institución única, sino de forma multiplural y transversal hasta garantizar ese ideal del acceso a una vida libre de violencia.
El Instituto de la Mujer no es el único instrumento para lograr esos fines, pero sí el más idóneo, aunque hasta ahora no ha demostrado estar en las manos más adecuadas.
La nueva administración de ese organismo tiene la misión de mostrar otro rostro y, sobre todo, otra efectividad.
De otra forma, el instituto tendrá que ponerse en la misma lista de otros que han perdido su razón de ser y solo sirven como fuentes de empleo.