Los concesionarios del transporte público en todas sus modalidades han demostrado más de una vez que carecen de sentido social e incluso de visión para actuar de acuerdo a sus intereses a largo plazo.
De acuerdo a la información que hoy se pública, solo una ínfima parte de los taxistas que trabajan en la entidad se han certificado, porque hacerlo implica una serie de gastos que sus patrones se niegan a cubrir.
Los dueños de “rutas” tampoco cantan mal las rancheras, porque simplemente han trasladado a sus choferes el peso de ofrecer los descuentos obligatorios a las personas mayores de sesenta años.
Ellos solo exigen recibir la cuenta en su totalidad.
Se les olvida que son beneficiarios de una concesión pública que puede ser revocada por la autoridad en cualquier momento.
Ojalá recordarlo les despierte su lado social y asuman los compromisos que se requieren.