Cada vez crece la versión de que las diez magistraturas vacantes en el Poder Judicial serán asignadas por el Congreso local no con criterios técnicos o de méritos, sino por amistad, compadrazgos o por una posible y delictuosa vía mercantil.
Si falta transparencia en el proceso secuestrado por el G-15, quienes salgan designados padecerán por la sombra de la duda que ya planea sobre este proceso.
La labor que desempeña un magistrado es delicada. En otras épocas el Congreso no ha elegido a los más aptos, por lo que ya se sabe lo que ocurrirá si las cosas siguen como hasta ahora.
La primera pista la dará la convocatoria: si el plazo que se fija para reunir y entregar los requisitos es muy breve, sabremos que quienes logren cumplirlos ya están amafiados y cuál será el resultado.
Suena muy obvio pero de ese tipo ha sido la actuación de quienes manejan el Poder Legislativo y de los cómplices que les permiten alcanzar esos quince dañinos votos.