Las plataformas digitales que prestan servicio de transporte público a la manera de taxi comenzaron a operar primero en otras naciones y provocaron la iracunda reacción de los transportistas tradicionales, que sin embargo a grandes rasgos poco pudieron hacer para oponerse, a pesar de que en algunos países hubo grandes movilizaciones.
El factor de preferencia reside en el público, que prefiere optar por opciones más seguras y eficientes luego de décadas de ser clientes cautivos de los taxis y de sus tarifas y conductas abusivas.
No es descabellado pedir que la ley incluya a los autos de plataforma para que sus propietarios contribuyan al fisco, pero fuera de eso, el mercado del transporte público sin itinerario fijo, como se denomina oficialmente al servicio de taxi, está sujeta a la oferta y la demanda, algo a lo que los concesionarios no han sabido adaptarse.
Por eso, ellos mismos han contribuido al fin de esa actividad como negocio redituable.