La violencia política con razón de género es una realidad que se vive en Morelos lo mismo en las alcaldías que en el Congreso del estado, donde incluso se dan casos extremos, como el de que una de las víctimas se pase del lado de su agresor.
Pero esa forma de violencia comienza desde el proceso electoral, por lo que los mecanismos existentes para ponerle freno deben usarse a plenitud.
Sin embargo, la violencia la ejercen por lo general hombres que viven espléndidamente de los cargos de elección que reciben de la ciudadanía, por lo que los propios electores deberían ponerles freno.
Si quienes ejercen esa violencia temieran el castigo electoral, seguramente se abstendrían, pero su exceso de confianza los hace que incurran una y otra vez en esa conducta.
Tal vez los comicios del 2 de junio deberían servir para mandar mensajes claros y contundentes, a fin de que simplemente los agresores sean expulsados desde las urnas y esa forma de violencia deje de ser un problema en Morelos.