Independientemente de la falta de herramientas legales para contrarrestar los delitos cibernéticos, una forma de defensa es la sensatez.
En la colosal magnitud del ciberespacio, no es difícil caer ante mensajes que parecen dignos de crédito. La delincuencia se ha sofisticado. Corresponde al juicio personal saber identificar engaños. La progresiva alerta sobre la proliferación de estafas, ha abonado a la concientización general.
Sin embargo, el crecimiento de los delitos, y la mordacidad en sus maneras, hace indispensable una legislación que los combata, pues las víctimas también se multiplican a la par.