Llegaron a su fin las campañas proselitistas, en su periodo reglamentario, y ahora transcurre un tiempo de tregua para el ciudadano y para los contendientes, que se enfrascaron en una verdadera guerra sin cuartel que dejó exhaustos a todos los bandos.
Las malas prácticas predominaron en una contienda desaseada en la que los actores recurrieron a toda clase de ataques, artimañas, trampas y demás argucias que ensuciaron un proceso de trascendencia particular en un momento histórico de nuestro país.
El pueblo es el espectador de un teatro político que excluye las verdaderas causas que requieren atención por parte de las clases en el poder, y se siente defraudado ante la falta de seriedad de los postulantes a los cargos de los que se esperan soluciones a la problemática social.
El domingo, el elector castigará su insensibilidad.