Paralelo a la necesidad de que la autoridad electoral local esclarezca las fallas en el proceso posterior al cierre de casillas el pasado domingo en las votaciones, igualmente es imperioso frenar las conspiraciones que desestabilizan un proceso que se aferra a garantizar transparencia, en un curso que legitima la democracia de nuestro país.
Cierto es que la legislación electoral adolece de vacíos que se manifiestan también en las jornadas de comicios y procedimientos inmediatos. El trasiego, resguardo y entrega de la paquetería electoral la noche del 2 de junio deja muchas interrogantes entre protagonistas del proceso que exigen explicaciones.
Por otra parte, también hay pasiones exacerbadas que buscan demeritar la voluntad ciudadana depositada en las urnas, en afanes políticos y personales que enrarecen todavía más un clima de desgaste que arrastra el ciudadano desde las campañas, y que deja el riesgo de una crisis poselectoral que nadie desea.