Y el pueblo que se expresa en facebook y twitter señala desde hace tiempo al actual gobierno morelense como el peor de los que hemos tenido. Y eso, en una competencia en la que participaron rivales que hicieron notables méritos para figurar en la cumbre de la ignominia.
Dos cosas caracterizan al actual gobernador: su incapacidad para cumplir sus promesas de campaña más significativas, especialmente esa de terminar con la violencia y la criminalidad en 18 meses, y su talento para hacer que el gobierno enfrente una insólita falta de liquidez financiera, que la sociedad en general atribuye a la corrupción desbordada del grupo gobernante, que ha desviado el presupuesto hacia usos que nadie sabe.
La crisis política generada por la protesta universitaria en reclamo de la entrega de obras y recursos ya presupuestados no ha concluido. Simplemente se pospuso, pues sigue latente.
Pero la inseguridad no cesa y alcanza a todos los sectores de la sociedad, especialmente a los grupos más vulnerables, incluidas las mujeres.
De allí la importancia de que se exige activar los mecanismos que posibiliten la revocación de mandato, un arma ciudadana que podría obligar a las autoridades a dejar su cerrazón y a ponerse a trabajar en la dirección correcta, luego de tres años lamentablemente perdidos.