De antemano hay justificación en su reclamo de un servicio que indudablemente es vital, pero no en la forma utilizada.
Cada vez más el interés de unos cuantos afecta gravemente el interés general.
Ya no hay condicionantes morales que lleven a la gente a reflexionar el daño que pueden causar. Simplemente actúan sin tomar en cuenta las consecuencias.
Eso ha dañado la convivencia social.
Lo que antes eran situaciones extraordinarias se han convertido en la mera rutina.
Todo indica que es necesario reforzar las nociones de civismo, para recuperar los mecanismos de diálogo y cerrar la enorme ruptura que desde hace no mucho tiempo se ha dado entre grupos sociales que son parte de lo mismo pero que ya no se reconocen ni se respetan como tales.