Como por ejemplo pintar la fachada de la casa, pintar un mueble, o arreglaron esa llave que goteaba, o terminaron de tejer ese suéter… yo qué sé… Un sin fin de actividades que no se habían podido concretar por la rutina de trabajo y contacto social que teníamos cuando éramos felices y no lo sabíamos.
Yo podría presumir de una gran lista de trabajos de casa que he hecho, pero escuché en la radio hace apenas unos dos días que un museo en CDMX, no me pregunten cuál porque ya lo olvidé, ya sé, qué clase de información es la que doy! (bueno que no estoy dando mejor dicho). Bueno, el caso y el cuento es que este museo de nombre en pendiente, lanzó una convocatoria donde todo el público puede mandar una fotografía del objeto que represente su cuarentena, acompañada de una breve reseña del porque es ese objeto tan representativo para cada quien.
La idea me trastorno y quisiera exponer aquí el objeto que me representa en este aislamiento. A decir verdad no me puedo decidir por uno, tengo más de uno ¡qué problema!
Pues que más me da los pondré todos sobre la mesa.
Primero la escoba; digo yo ya había tenido un primer contacto con ella, pero en estos dos meses y cachito pareciera que la traigo pegada a la mano. Días y noches la ocupo. Jamás en años había barrido tanto, sin mentirles ya hasta callos tengo en las manos, segundo “objeto lesión” de esta pandemia. Dos enormes e imponentes callos tengo, nomás para que la cosa no se vea dispareja, uno en cada mano. Siempre mientras viva me recordaran estas callosidades todos esos días donde me paraba con la única ilusión de dejar bien limpio mi patio, y si lo tengo que barrer tres veces al día, pues lo hago, mientras sigamos en cuarentena, después no me hago responsable de nada.
Mi tercer objeto son mis crocs (aquí entre nos son una imitación demasiado barata de los originales) zapatos que los que me conocen bien saben que jamás yo usaría en público. Pues ahora se me hacen lo más cómodo y versátil; funcionan como chanclas, como pantufla, como para salir a tirar la basura o para ir a la tienda de la esquina, se han vuelto mis indispensables, al punto que ya se agujerearon y ahora traigo el dedo gordo de fuera, pero como no puedo salir a buscar otros estarán conmigo así rotos, hasta que esto termine.
Pero sin duda lo que más extrañaré de este encierro es el antecomedor. En estos meses he comido como nunca y he disfrutado cada bocado y cada palabra que intercambio con mi madre y mi hermana. Sobremesas que sin mentirles tenía como más de 20 años que no teníamos. El comercio es noble pero también absorbente. En el local hay que comer hasta parados muchas veces, ni soñar en una charla después de comer… Así que deseo que esto que parece una película de ciencia ficción o de terror termine, pero al mismo tiempo no quiero que acabe…
Hasta la próxima.
I Love Negrito <3