Martha
Con el corazón lastimado decido continuar mi vida normalmente o mejor dicho tratando de que esta fuera lo más normal. Transcurrió el fin de semana entre trabajo, mensajes de Pablo diciéndome que me extrañaba y whats de Carlos donde me pedía otra oportunidad, y una que otra salida con amigas con las cuales evite el tema de mi fallida relación.
Llegó el lunes y parecía que la mañana transcurría normalmente, cuando sonó mi celular, contesto y no reconozco la voz que me decía: “Martha me siento mal, ¿puedes venir por mi?”. ¡Era él, era Carlos! En un principio pensé que estaba actuando porque ya en ocasiones pasadas me había montado unas actuaciones dignas de premio Óscar, pero esta vez su timbre de voz era muy quejoso. Con dudas acepté ir por él para llevarlo al médico porque decía que del dolor se doblaba y no podía manejar.
Llegué y su color habitual de piel no era el de siempre, esta vez ¡era alarmante! Tenía un hermoso color blanco tipo zombie, así que le creí y le quite el Óscar. Llegamos al consultorio del doctor de su confianza y zacatelas apendicitis y operación inmediata. Nos trasladamos al hospital y fue internado. Aunque tenía dolores y vómito, no dejaba de mirarme con ternura y apretarme la mano, pero lo tuve que dejar, ya que en mi trabajo me requerían. Afortunadamente todo salió muy bien y al otro día lo dieron de alta.
Fue en ese momento que empezó todo entre nosotros. Verlo indefenso en su cama y escuchar de labios de su madre que mi nombre era lo primero que decía al despertar, me hicieron comerme mi orgullo (al fin no engorda) y perdonarlo con la firme idea de olvidar (tratar) lo que había leído y escuchado en su iPhone.
Carlos:
Fue el peor fin de semana de la vida, sin sonar dramático, tuve un pésimo viernes después de aquel capítulo, un par de problemas en el trabajo, un regaño. El sábado que hubo evento terminé molido, 14 horas, una parte de mi equipo descompuesto, molesto con mi desempeño y algo dolido aún del corazón. Volví a casa de madrugada, el domingo transcurrió tras las cobijas, en todo momento desde el viernes traté de comunicarme con Martha, el domingo insistí demasiado al teléfono, lo apagó en repetidas ocasiones, desvío las llamadas, etcétera, etcétera, etcétera...
Ya entrada la noche me recibió una llamada, sólo me dejó decirle "Te amo flaca, te necesito". Sólo respondió con lo que mejor le sale: "Yo también" y colgó simplemente.
Dormí sollozando un poco, de esas veces que te gana el sentimiento, por la madrugada malestar general en el abdomen, pésima noche. Me levanté muy temprano, ya que mi señora madre me pidió le acompañará a hacer unas cosas muy temprano, continúe con dolores muy fuertes y algo de vómito aun sin haber comido nada, bilis dijo mi madre. Estuve a punto del desmayo bastantes veces del dolor y a pesar de todo manejando llegue a casa, lo único que pude pedirle a mi madre fue ‘llámale a Martha por fa, necesito que me acompañe al médico’. Sí, en la única persona que podía pensar que me ayudaría sería ella, así que de inmediato vino a mi mente, llegó muy rápido y aun con su cara de molestia, yo no mencione palabra, sólo me subí y le dije gracias por ayudarme.
El paso por el hospital fue un calvario, entre dolor, agujas y medicamento entré a quirófano, salí a piso esa misma madrugada y lo primero que pedí fue mi teléfono, la llamé, me contestó con un tono preocupado, me dijo que me amaba y que tenía una respuesta a lo que le había pedido en distintas ocasiones.
Llegó por la mañana, muy temprano y radiante como siempre, hermosa con esa luz que alcanzaba a entrar por la ventana del hospital, me recibió con un abrazo y un beso, lo primero que me dijo fue "sí, sí quiero ser tu novia, estar a tu lado". No pude decir más, simplemente la abrace, le di un beso y la interrupción de la enfermera diciendo: "tiene que estar más tranquilo pacientito, le voy a cambiar el suero". Arruinó el momento más feliz del mundo, pero aún así, la sonrisa no me la quitó nadie.
Martha
En el tiempo que duró su recuperación, lo visité en su casa a diario. Fueron 15 días donde conocí más de la sencilla persona que era. Pasada su recuperación empezaron los problemas.
Sabía que era intenso, pero no sabía que era súper celoso y ese fue el motivo de nuestros primeros pleitos.
En cierta ocasión cuando estábamos juntos, me llamó Pablo y Carlos se dio cuenta, obvio nos subimos al ring de box. Me exigió que le dejara de contestar las llamadas a Pablo, no entendía porque seguía hablando con él. Mi argumento fue que Pablo no me había hecho nada, por lo que no tenía que ser grosera con él o dejarle de hablar, al contrario yo lo había lastimado. Total que tuve que acceder y le prometí que dejaría de hablar con él. Nuevamente bloquee a Pablo de mi celular, pero éste buscaba la forma de hablar conmigo y me pedía que no le dejara de contestar el teléfono, que me extrañaba y que se conformaba con saber de mí, hablar un poco conmigo.
Le pedí a una amiga que nos viéramos, quería hablar con alguien de esta situación. Las llamadas de Pablo y los celos de Carlos me hacían dudar cada vez más.
Llegué muy puntual al café, no sé porque me sentía nerviosa, pero lo estaba. Empecé a relatar con punto y coma mi historia. Mi amiga cristiana me dejó bien en claro que lejos de cómo me catalogarían en la calle, no era sano para mi alma andar con dos hombres a la vez. Obvio no era mi idea, ¡sólo estaba confundida! No sabía por quién decidirme y a eso había ido al café, a escuchar una opinión, un consejo. Mi nombre en realidad debería de ser Martha Contreras y no Martha Fernández, pues en cuanto oí el consejo de mi amiga hice todo lo contrario...
Continuará.