Este singular animal llegó a mi vida cuando tenía un año de edad. No fue un perrito rescatado en toda la extensión de la palabra, pero si la mitad. Verán, la familia donde vivió el primer año de su vida, ya no lo podía tener o al menos eso dijeron (no me cabe en la cabeza y en el corazón como algunas personas se pueden deshacer de sus mascotas así tan fácil), así que le andaban buscando una nueva familia.
Todo se dio en el universo para que nuestros caminos se cruzaran. Yo andaba buscando un perro de raza pequeña para que le hiciera compañía a mi Goyo, un cocker bello que mi hermana me había regalado. Y tenía pensado adoptar por dos razones: la primera, no tenía dinero para comprar una mascota; y la segunda, adoptar se me hace un acto de amor y fe, aunque se trate de animales lo es para mí.
Cuando fui por él, me lo entregaron mugrosito y muerto de miedo pues nunca me había visto. Me dijeron se llama Tacco y me dieron su mantita, también mugrosa, que la hacía a veces de cama. Lo tomé del piso y me lo llevé a lo que sería su nuevo hogar. Esa noche no durmió nada, ni yo pues toda la noche escuché sus patitas por toda la casa.
Afortunadamente congenió muy bien con Goyo. Luego de un buen baño que le hacía mucha falta, fui a comprarle una cama, jamás permitiría que siguiera durmiendo prácticamente en el piso. En cuanto comprendió que esta era su nueva familia y que esa era su nueva cama, dijo de ¡aquí soy!
Todavía recuerdo sus primeros días en casa, se mostraba con un perrito tímido y con miedo, desconfiado, lejano... Pero nada más tomó confianza y se convirtió en el dueño y señor de la casa completa. Jamás volví a saber de aquel dachshund tímido que había llegado a mi casa.
Mientras más lo conocía, más me enamoraba de él y él de mí, lo sé. Lo considero un regalito de la vida, porque le he aprendido que no importa tu tamaño en la vida, si quieres y tienes fe en ti, todo lo puedes lograr, hasta puedes conseguir que todos, desde los más altos o fuertes y hasta el bichito te respeten, así sea enseñándoles los dientes, ¡a que carácter de perrito!
No me arrepiento en lo absoluto de haberlo adoptado, aunque me haga pegar tremendos corajes cuando se me escapa en las mañanas y lo tenga que perseguir por toda la privada y llegue tarde a mi trabajo.
Así fue como conocí a Tacco, quien en este mes por cierto cumple ya seis años de vida. Ya fue papá y sigue siendo el cazador incasable de cuanto animal se le ponga enfrente. Tenacidad y perseverancia son dos cosas que le he aprendido a mi pequeño gran adoptado. ¡La adopción siempre aplica!
Se los suplico, seamos responsables de nuestras mascotas. Son seres con vida que merecen vivir con amor y respeto. Si tienen ganas de una mascota y se van a ser cargo de ellas, como debe de ser responsablemente, piensen en la adopción antes de comprar, sé que los cachorros son adorables, pero un animal en situación de calle o maltrato también tiene el derecho a una vida feliz, no les neguemos este derecho. Si yo tuviera espacio y dinero, ¡juro que no habría perros callejeros, ni maltratados!
No pasemos de largo ante el dolor de los que se cruzan en nuestro camino, no hagamos como que no vemos. Creo que todos tenemos la posibilidad de que esta se convierta en la oportunidad de ayudar.
¡Hasta la próxima...!