La iguana, un reptil que llegó a la casa de ustedes atraída por el sabor de las flores (de un rojo intenso) de mi pobre tulipán, no ha aportado más mérito que su capacidad trepadora y su estrategia para devorar lo ajeno.
Pero en la calle quienes saben que soy el padre de las criaturas aludidas no hacen otra cosa que preguntarme por la iguana verde, que al enterarse de tal situación ya pidió que se le compre su propio apartado postal (es analógica, y no sabe mucho de los correos electrónicos) y no sé cuantas cosas más, porque se siente diva, y hasta es más encendido su ecológico traje verde (un poco más que el del duende verde, el enemigo del hombre araña).
Lo que pasa es que como trepadora que es considera que sus servicios serán muy requeridos por todos aquellos políticos que quieren emularla y que no han sido beneficiados con su inscripción en la nómina o el cargo que tienen no les satisface, porque no se puede robar mucho.
Pero lamento desilusionarlos, porque la endiosada iguana es honesta a carta cabal, lo que ya no cuadra con el perfil de todos los políticos morelenses o que medran en Morelos aunque sean de otras tierras (especialmente esos jarochos que cómo han cosechado).
A si es que señores y señoras que aspiran a incrementar el número de trepadores ¡a buscar a otro lado!