Él y Maricela son rudos, tanto que al menos en una ocasión han dejado a sus adversarios con un hueso roto.
El domingo a ellos les rompieron la autoestima -causalmente lo que más les duele- aunque tienen recursos para tratar de volver por el camino más inesperado.
Sin embargo, el mensaje que recibieron fue extremadamente claro y contundente. Que no lo quieran aceptar es otra cosa.
Por lo pronto me alegro de que las multitudes no acudan en masa a buscar las artes adivinatorias de Pingo, quien se equivocó y eso no se puede negar.
El pulpo Paul -que para los españoles descansa en el cielo de los pulpos- aún no tiene sucesor.