Y eso que la preocupación no es uno de sus rasgos, por lo menos no lo era hasta hace poco, en que disfrutaba intensamente de la vida desde su dualidad de perro y politólogo, como él se clasifica a si mismo.
El animalito -le digo así porque creo que no me escucha. De otra manera se indignaría- es listo. Desde pequeñito dio trazas de ser diferente, pues no sólo era aún cachorro curioso, sino atento. Lo que le llamaba la atención lo indagaba hasta quedar satisfecho, fuera lo que fuera.
El muy... (aquí iba a poner maldito, pero aunque la palabra es exacta suena fuerte) aprendió rápidamente todo aquello que no debía aprender si quería ser un perro normal.
Y lo primero que resolvió fue abrir puertas, lo que le abrió el horizonte y su bien ganada fama de callejero.
Pero, civilizado como es, no despierta recelo en las personas, que lo dejan estar a cualquier lado donde llega. Y eso le ha permitido escuchar todo tipo de conversaciones y tener acceso a mas de un secreto, que él analiza e interpreta para crear su visión tan particular de la vida.
Con tantas cosas de esas poco a poco se inclinó por estudiar especialmente a una clase de seres humanos, los políticos, que llaman mucho su atención.
Sus compañeros perros ven a Pingo como raro, pero le tienen cierto respeto, que el ha confundido con temor. NO le tienen miedo, pero se alejan para que no se les pegue loco.
Pero, desafortunadamente para su servidor -que todos los días batallo con semejante criatura- el Pingo no está loco. Aunque él dice que realiza sus análisis con profundidad y método, su visión del mundo en realidad es como la de un niño, porque sus candorosos ojos no conocen todo aquello de lo que somos capaces los seres humanos.
Y desde su ingenuidad ha hecho grandes descubrimientos, Por eso me preocupa que hoy esté nervioso y como espantado...