Platiqué incluso que esa asesoría fue solicitada al viejo estilo de los caciques priistas –casi se llevaron al Pingo de “aguilita”. Parecía un secuestro que al final no se pudo consumar- porque se nota la prisa por ofrecer al público, a la clientela –así nos ven esos hijos de… su madre- una imagen renovada y triunfadora y qué mejor que obtener la opinión de quien se dedica a estudiar con mucho empeño a esos raros seres sin corazón que son los políticos.
Pero hay un problema: esta columna refleja lo que piensa el Pingo en condiciones naturales. Son sus pensamientos espontáneos, sin presión y sin apremio.
Porque cuando al multicitado perro le es solicitada su opinión sobre el tema que sea, entonces le pasa lo mismo que a los humanos. Su ego se le infla y entonces opina en exceso. Y allí pierde el toque.
No sé si atribuirle a Pingo las conductas asumidas por políticos como Víctor Saucedo Perdomo, que luce canas como si fueran sinónimo de experiencia y conocimiento (pero también de que los años no pasan en balde). O de el secretario general de la Sección XIX del SNTE, Luis Manuel Rodríguez Olvera, que utiliza poses de mucha gravedad o de magnanimidad absoluta cuando comparece en público.
Tampoco tengo la certeza, pero quizá no esté mal encaminado cuando Julio Espín Navarrete (paisano de Pingo, pues ambos son de Puente de Ixtla) se pone serio y formal y no suelta sus trajes cuando antes no era tan formal.
No lo sé, pero creo que los consejos del Pingo -en su versión desaforada- son utilizados por el mismo Felipe Calderón, y no me refiero al modelo de lentes que ahora utiliza, sino a que ha decidido combatir los problemas económicos y los malos indicadores con ¡maquillaje!, según acaban de probar investigadores, que atribuyen la baja en el índice nacional de precios al consumidor a que cambiaron la forma en que se mide la inflación, no que a el costo de la vida realmente haya bajado.
Como ven, Pingo puede convertirse en un dolor de cabeza, sobre todo cuando los políticos de hoy voltean a verlo para conseguir sabios consejos en materia de imagen y capacidad de comunicación.
Suena terrible. Lo peor es que lo es.