Precisamente por el efecto de AMLO, los partidos pequeños ligados a la ubre tabasqueña se han fortalecido con gente que escapa del perredismo corrupto a extremos, pero no son contrapeso o no son garantía de que hagan las cosas mejor.
En Morelos, Convergencia y el PT se beneficiaron el 2009 de su alianza con quien fuera candidato presidencial y ahora no se quieren bajar de ese barco, por mucho que sus dirigentes sean de la misma catadura que quienes manejan la casa matriz, el PRD.
No hay, es mi queja permanente, partidos políticos a la altura de lo que reclaman los ciudadanos.
El perredismo se dijo mucho años ser la opción, pero luego nos ha recetado diputados de la talla de Fidel Demédicis o Rabrindanath Salazar Solorio, hábiles para vivir del presupuesto pero incapaces de escuchar a los electores, excepto aquellos que pueden ayudar a hacer buena publicidad.
Conforme nos acercamos al proceso electoral del 2012 se hace más necesario voltear la mirada a los vecinos. Gente como Alberto Fujimori llegó al poder para ensangrentar a su país debido al hartazgo que causaban en Perú los partidos políticos tradicionales.
Si desde los partidos en México no surgen figuras con credibilidad, nos aventuramos a tener como opción un abanico que acabe en peores cosas que las que hoy vivimos como resultado del voto del 2009.