El gobierno (federal y estatal) se movilizó inmediatamente, quizá porque los feroces himenópteros (por sus alas membranosas) al llegar a tierras morelenses mataron a un burro. Eso parece que provocó pánico en la clase política, que se movilizó para tomar medidas preventivas de inmediato.
Al final las abejas han matado a varias personas en los últimos 21 años, pero a pocos burros, por lo que las acciones cautelares cumplieron su objetivo, seguramente.
En este tiempo hemos aprendido a convivir con las abejas africanizadas -que producen pocos daños- y con nuestros políticos, que son mortíferos y han evolucionado rápidamente, pues su apariencia tricolor se hizo azulada y su toxicidad aumento.
Sin embargo, no quiero que esa adaptación a esas dos peligrosas especies se repita ahora en cuanto a los seres que generan el clima de violencia que vivimos. Que no nos acostumbremos es mi deseo, mi esperanza mas grande, pues mal haríamos en aceptar como un hecho la situación anormal, de excepción, que hoy vivimos.
Como ese clima tan terrible no afecta a los que gobiernan –tienen suficientes guaruras y carros blindados- no se han preocupado por mejorar las cosas, pero creo que ya es tiempo –siempre lo ha sido- de pedir mejores resultados.
No podemos, por ninguna circunstancia, convivir de modo permanente con tanta sangre, que sólo beneficia a los que venden las armas y a quienes pagan sus lujos con la venta de periódicos que chorrean (como dicen mis colegas de la nota roja) abundante líquido hemático.