El no hacía discursos ni tenía las comodidades de que disfrutan sus descendientes, principalmente sus hijos, que por él solo hecho de serlo tuvieron la vida más que fácil. Muchos de los nietos han podido acomodarse en plazas de gobierno -en escuelas , por ejemplo- gracias a la genética y varios de ellos se han cuidado de lucir el bigote al estilo del abuelo, porque eso ayuda, como bien lo sabe el Madero que hoy encabeza el Partido Acción Nacional y que también busca mimetizar su físico con el de su ilustre pariente que, igual que Emiliano, también fue asesinado.
Jorge, a quien no tengo el gusto de conocer, quiere un poco más de rentabilidad del apellido y por eso busca ahora dirigir la organización campesina del PRI en Morelos.
En su derecho está. Nadie lo niega.
Sin embargo, ya mucho hicieron sus parientes contra la imagen del general, como sirvieron de propagandistas a la película de Alfonso Arau que protagoniza Alejandro Fernández.
Si supieran como respetan a Emiliano Zapata Salazar en el resto del mundo, le tendrían un poco más de respeto al nombre. Pero no, sólo lo usan para sacar provecho.
Para colmo, el aspirante a líder cenecista hace escarnio de uno de los momentos más trascendentes en la vida del caudillo del sur, cuando dio forma al Plan de Ayala. Cuando dicen que dijo que el que no tuviera miedo que pasara a firmar, el miedo al que aludía era cierto, porque esa firma se pagaba con la muerte.
El Plan de Ayala hizo a Emiliano inmortal, aunque pagó, precisamente el precio arriba citado, el 10 de abril de 1919 en Chinameca.
Y ahora todo eso se ha reducido a una frase inflamada en comunicados de prensa.