En aquella época su servidor contaba con escasos seis años. Pude ver en la televisión el histórico momento en mi natal Jojutla (cuyo nombre lleva hoy un cráter en Marte, algo que he platicado alguna que otra vez) acompañado de un primo y una tía especialmente interesada en ese acontecimiento histórico.
Casi 43 años después, Estados Unidos se ha quedado sin naves espaciales propias (a partir del jueves deberá pagar a los rusos para llevar a sus astronautas al espacio) y se han perdido o nunca se alcanzaron metas que parecían estar al alcance de la mano.
En aquella época recuerdo que viajar a Cuernavaca significaba un viaje en autobús de una hora. Hoy ese viaje en los mismos autobuses dura una hora con quince minutos, como recién lo verifiqué reloj en mano.
43 años después, nadie sabe quién fue Edwin E. Aldrin Jr.,pero todos conocen al muñeco que lleva su apodo (Buzz) en su honor.
Los dos astronautas (que siguen vivitos y coleando) hoy no se hablan, de acuerdo a lo que dicen las malas lenguas.
En todo el tiempo que ha transcurrido, mi pobre país llegó a tener un programa aeroespacial que logró lanzar algunos cohetes frente al Océano Pacífico y hoy tiene una agencia espacial que sólo opera de nombre y de lo demás sirve para lo mismo que sirven los políticos, o sea, para gastarse el dinero y para producir cero beneficio social.
Las varias computadoras que se usaron en el primer viaje a la Luna tenían (todas juntas) menos potencia que un simple teléfono celular de esta época, y no me refiero a esos que tienen Internet y no sé cuantas funciones.
Claro, hay muchas cosas que antes no teníamos y que hoy son parte de nuestra cotidianidad, pero es evidente que tato Estados Unidos, como México, desaprovecharon la oportunidad de hacer más a partir de la experiencia y hoy tienen menos.
El peor ejemplo es el nuestro supongo, porque mientras aquí se acabaron los esfuerzos por desarrollar una mejor tecnología, países que antes iban a la cola en eso de la modernización hoy hacen sus propios satélites ratifícales y hasta los mandan al espacio. Y nosotros, miramos.
Hoy, cuando tenemos en Morelos científicos de alto nivel para aventar para arriba, no se me hace justo que desaprovechemos la oportunidad. Ojalá que error lo menos en el desarrollo del software las autoridades de los tres niveles escuchen la voz de los expertos y obliguen a sus empleados a usar programas de cómputo hechos en el país, o por lo menos algo distinto a lo que nos receta la dictadura de Bill Gates.
Evocar esa efeméride, la llegada del hombre a la Luna, me ha puesto nostálgico, pero sobre todo, irritado por todo lo que está allí, al alcance de la mano, y que no queremos utilizar. Por lo menos, quienes deberían hacen muy poco al respecto.