El manejo de cuantiosos recursos provenientes de programas sociales le permitió contar con “seguidores” interesados -más que interesados, porque con dinero baila el perro- que hasta la fecha constituyen su última reserva de fuerza, que no es poco.
Doy por hecho que esa energía también la aprovecha su pareja, y ambos –en realidad ella- negocian sobre esa posición de fuerza que en realidad está sobrevalorada, porque bases, lo que se dice bases, tiene muy pocas. Por lo menos no tan fieles, si exceptuamos a algunos diputados y ex diputados.
Pero es el mismo caso de Graco Ramírez, que carece de bases de apoyo pero se mueve como si las tuviera, con una estructura llena más de aire que de militantes, pero sin embargo se le trata electoralmente como firme aspirante a la candidatura a gobernador porque sale en la tele o su cara está en muchos anuncios.
Y no son esos ejemplos los únicos. La credulidad de los morelenses hace a la entidad fácil presa de simuladores. No por casualidad aquí han ocurrido periódicamente fraudes masivos de todo tipo, desde Saúl Chavelas y su “casa de bolsa” hasta las “bolitas corium” o el caso Heron México que tiene a una persona presa en Atlacholoaya, todo citado así, de carrerita.
Quizá eso signifique que en Morelos conviven y medran dos clases de defraudadores: los más tontos (pero más listos que sus víctimas) son aquellos que sólo van por el dinero. Los más dotados para el fraude son aquellos que primero se hacen políticos y luego van tras los billetes, pero ya protegidos con el manto de impunidad que da el vivir a costillas de los demás, que en esencia también es otro fraude cuando no se retribuye en alguna ganancia para la sociedad.
En conclusión, los farsantes han hecho de Morelos su tierra, su paraíso. Y con vistas al 2012, los que estaban ocultos -por pena, seguramente- comienzan a salir a la luz del día.
Y eso, para los morelenses, no augura nada bueno.