Cuando la sociedad permite que sus autoridades abandonen sus funciones y creen vacíos, la delincuencia los ocupa para no soltarlos, por lo menos no con facilidad.
Por eso se requiere mantenerlos a raya.
Sin embargo, como dije en otras ocasión, esas cosas no le interesan a quienes tienen a su cargo garantizar la paz de Morelos.
Y como en otras veces, aclaro que no sólo me refiero al secretario de seguridad pública, sino al de Gobierno, que dispone de recursos e infraestructura para tomar cartas en el asunto, pero está ocupado en otras tareas.
Quizá parezca esto repetitivo (o cuchillito de palo. También puede ser) pero me preocupa que se incrementen los delitos del fuero común que quedan sin castigo y que se sumen a los delitos de gran impacto que de por sí nadie investiga y nadie castiga.
Los delincuentes de grandes vuelos, por llamarlos así, pueden contagiar a sus competidores de poca monta a actuar con más frecuencia y a tosas horas si descubren que la Policía (casi cualquier corporación) se queda cruzada de brazos.
Por supuesto, hay una solución intermedia al estilo Morelos que consiste en hacerse justicia por propia mano, pero eso a la larga –se ha demostrado- es contra producente.
Lo correcto, lo justo y normal es que las autoridades hagan el trabajo por el que cobran un jugoso salario que ya quisieran para sí como botín tanto delincuente.