Resulta que Pingo, el perro que en la casa de ustedes se siente el amo, sigue indignado contra los políticos, sobre todo porque la semana pasada uno de ellos (el senador Graco) provocó el inesperado deceso de una de sus mejores amigas (amiga del Pingo, no de Graco) y eso le provocó una dosis mayor de tirria hacia los que viven del presupuesto y viven bien.
El perro, con sus extrañas e innatas dotes para analizar a los políticos y deducir qué clase de criaturas son, está harto de que los humanos nos dejemos mangonear por ellos y ha propuesto medidas radicales para frenar los excesos que cometen quienes desempeñan cargos públicos. Lo que más sugiere es la castración, aunque ya le dije que eso no está contemplado en las leyes.
Y ahora, enojado como está por la pérdida de la luciérnaga (la historia y fotos de Pingo y la citada luciérnaga las pueden encontrar en mi blog www.oscardavismtz.blogspot.com), ha decidido actuar por cuenta propia.
Pingo considera que al vivir del presupuesto, de alguna forma los políticos son propiedad de los ciudadanos, que les pagan.
Por otro lado, recordó su naturaleza canina y dijo que sus congéneres usan un método conocido y muy particular para dejar constancia de todo aquello que consideran que es suyo: lo marcan para que no quede ninguna duda. Y no usan marcador indeleble ni cosas más sofisticadas. Simplemente levantan la patita y dejan su firma personal.
Establecidos ambos argumentos (que los políticos deberían ser en parte propiedad de los ciudadanos y que los perros marcan todo aquello que consideran suyo), el Pingo armó un tercer planteamiento: que él se siente ciudadano mexicano porque nació en este país (es maltés mexicano) aunque no tenga credencial del IFE ni cartilla militar (esto último porque en su momento alegó que tiene el pie plano) y que en base a todo lo anterior puede decir con precisión que una parte de cada político que vive del presupuesto es –de alguna manera, insisto- propiedad de él como ciudadano, por lo que está dispuesto a señalar lo que es suyo.
Y eso es lo que me preocupa. Si por alguna razón logra colarse al palacio de gobierno en un momento como la noche del 15, terminará deshidratado de tantas veces que tendrá que levantar la patita, debido a que son muchos los políticos que allí se concentran ese día.
Como es astuto, bien puede disfrazarse como integrante de escuadrón de perros policías que cuidan el inmueble y deslizarse sigilosamente hacia cada uno de sus blancos.
Por eso, llevaré la foto del Pingo al encargado de la seguridad, a fin de que no lo deje pasar, porque haría una marcadera, que para qué les cuento.
Como ven, el Pingo es de armas tomar y, además de eso, está indignado.