La semana pasada dos colegas fueron asesinadas brutalmente. Decenas más han corrido la misma suerte en diferentes estados del país. El gobierno se ha limitado a condenar e indignarse, pero no ha dedicado los medios necesarios para esclarecer los crímenes, porque eso no les importa a los que gobiernan.
¿Y por qué no les importa? Arriesgo la teoría de que entre menos se sepa de la vida pública les favorece. Y si son otros los que se encargan de atemorizar a los periodistas, ¿para qué preocuparse?
Lo que ha pasado, las continuas muertes de mis colegas, no ha generado una reacción de las fuerzas policiacas ni de las instituciones encargadas de investigar los crímenes, a pesar de la delicada labor que en una sociedad democrática desarrollamos los periodistas.
Por supuesto, allí está uno de los puntos clave, porque México no es aún una sociedad democrática, ya que --para empezar-- los procesos electorales carecen de certeza (son tramposos, pues) y menos lo somos porque no se cuidan los mecanismos de difusión de la información, cuyo eslabón más débil y vulnerable son los reporteros, justo los que han puesto la mayoría de los muertos del gremio.
Ayer leía una entrevista al francés Stéphane Hessel, autor del panfleto “¡Indignaos!” que sirvió de inspiración a los movimientos sociales que protestan en Europa e Israel contra sus gobernantes. Este señor definió a los periodistas como “los mejores embajadores del pensamiento. Los necesitamos”. Así se lo dijo a su entrevistadora Karmentxu Marín (El País, página 44, domingo cuatro de septiembre de 2011).
En su infinita ignorancia, los que gobiernan en México nunca nos verán así. Por eso permiten tanta violencia contra el gremio. Porque no investigar los crímenes contra periodistas es permitir que éstos ocurran.