En lo personal -no soy tan cruel como Pingo- no dudo que ese señor se empeñe y trate de hacer bien las cosas, pero hasta la fecha no lo ha logrado, porque las zonas peligrosas de Morelos son las mismas de siempre, ya que la labor de las corporaciones que dirige no ha intimidado a los delincuentes.
Sin embargo, al final, como dicen, hechos son amores y no buenas razones,y en materia de seguridad no hay hechos palpables que convenzan a la gente, ni a Pingo, de que hay mejoría.
Lo anterior es terrible porque la inseguridad ya no sólo la causan los grupos delictivos poderosos que arreglan sus diferencias a balazos en las calles (con el riesgo de que un inocente quede en medio) sino cualquier “valiente” que quiere ganarse unos pesos con facilidad cambia de giro, hacia el asalto a mano armada o incluso el secuestro, porque no ve de cerca nada que lo ponga en peligro. Efectivamente, el peligro es para nosotros, los ciudadanos que estamos en el lado correcto de la ley.
El problema adicional es que quienes tienen a su cargo garantizar la seguridad pública, que se prevengan los delitos y que se castiguen los que se cometen, quizá tengan la sensación de que no ganan lo suficiente para el riesgo que corren, pero lo que ganan es más, mucho más, de lo que gana un ciudadano común y corriente que sí hace lo que se espera de él y mucho más, por lo que sólo hay una solución: probar hasta encontrar a alguien eficiente (justo cuando ya no hay mucho tiempo para pruebas) o vivir de espaldas a la realidad y creer que se vive en el interior de una de esas historias televisivas que tan caro cuestan pero que promueven la imagen idílica de la Policía.
Pingo, con el rencor que últimamente lo domina, dijo otra vez que dentro de su especie hay mejores policías. Incluso propuso de nuevo a Pastor (Alemán) su amigo y antes vecino (hoy vive en Ahuehuetzingo) que -dice- por lo menos tiene un alto sentido del deber y que eso (aseguró) es mejor que nada.