Ya les he platicado que el Pingo de un tiempo a la fecha padece de un odio montaraz contra los políticos rateros (¿hay otros?) a los que no puede ver ni en pintura. Bueno, en realidad si los ve, porque precisamente considera necesario conocerlos en detalle para cuidarse de ellos
El otro día platicaba él con Canito y con la iguana verde acerca de su tema preferido. El inteligente animal les explicaba a sus interlocutores lo que hace un político y cómo actúa, a fin de que estuvieran prevenidos y corrieran por si se toparan con uno.
La parte dura de esta historia es que Canito tiene apenas como dos años que perdió su aguda visión, pero antes de eso era un perro normal, astuto y dado a las aventuras, justo como la que creyó vivir apenas ayer, cuando pensó que lo dicho por su compañero por fin le era de utilidad.
Y es que con su oído, que se le ha afinado por la ceguera, el perro descubrió que alguien se acercaba con malas intenciones. En lo que averiguaba de qué se trataba, fingió que dormía, al grado que hasta roncó como acostumbra.
Mientras, el visitante se acercó con sigilo a donde el Canito guardaba su tesoro
(en realidad sus croquetas, que tanto defiende) y luego de un rato de husmear comenzó a tomar lo que no era suyo.
Todo ocurría como lo había predicho el Pingo: ese ser extraño, el intruso, se acercó primero con cautela, tanteando el terreno. Luego se fijó si alguien lo observaba y al sentirse libre, actuó con seguridad y descaro y comenzó a tomar lo que no era suyo.
Canito sabía por las enseñanzas de Pingo que en términos generales eso hacían los políticos, pero en lugar de hacer caso a la advertencia y apartarse de allí para estar a salvo, decidió demostrar el valor que encierra su corazoncito y se preparó para dar la batalla.
Cuando ese ?político? (estaba muy muy seguro que eso era) se sintió descubierto, comenzó a chillar (tal y como lo dijo el Pingo) y aunque el perro salchicha tenía curiosidad, por sus ojos inactivos no alcanzaba a ver de qué partido era el intruso. Pero aún así lo atacó. Y lo venció.
A ladridos comenzó a proclamar su triunfo y hasta lanzó un discurso sobre la salvación de la sociedad.
Sin embargo, cuando Pingo por fin llegó para dar fe de la hazaña, se retiró decepcionado, aunque antes le explicó a su compañero que no había librado a esta tierra de un político, sino que lo que tenía cautivo entre sus patas no era otra cosa que una rata de cuatro patas.
El perro salchicha la dejó ir y casi hasta se disculpa, pero culpó al Pingo, por la descripción que había hecho y que lo llevó a equivocarse.
Desde su rincón, el Pingo contestó que no hubo error, que así como lo dijo así son.